Dicen que hay que ver para creer y que una imagen vale más que mil palabras. Y muy probablemente nadie imagina lo que el hospital de Alcañiz esconde entre sus viejas paredes. EL PERIÓDICO viaja a los entresijos de un centro que agoniza, que pide auxilio por sus numerosas deficiencias y que se ha quedado extremadamente pequeño para unos usuarios que piden que no se les engañe más. «Lo que más nos duele es que quienes hace unos años estaban con nosotros, detrás de las pancartas, ahora nos dan la espalda», claman portavoces de la Plataforma en Defensa de los Derechos Públicos del Bajo Aragón.

Alcañiz necesita un nuevo hospital. Y esta no es una afirmación baladí. Las deficiencias internas, la falta de espacios o la nula adaptación de las habitaciones de los pacientes —carentes de privacidad en la zona de Urgencias— se unen a un personal sanitario «cansado, impotente y harto» por la falta de efectivos y que tienen en el compañerismo su mejor valor. «Si no fuéramos una piña, este caos se multiplicaría por dos», cuentan algunas de las enfermeras del servicio de Urgencias.

En esta zona, las camillas se agolpan en el pasillo junto a diferentes cajas de plástico; solo hay cinco camas de observación, lo que hace que muchas urgencias tengan que permanecer fuera por falta de espacio; se contabilizan cuatro boxes en los que deben compartir estancia pacientes y acompañantes; y solo disponen de dos camas de vitales. «Hay muchos días de carreras por los pasillos, porque se nos juntan personas muy graves y a las que, a veces, hay que atender fuera de donde le corresponde», inciden desde el servicio. El hospital no dispone de unidad de cuidados intensivos (uci).

La carencia de espacios hace que cualquier recodo de cualquier planta sea un buen lugar para apilar palés con material, paquetes de folios, camillas o sillas. Y esto está a la vista de todos los usuarios del centro.

También es perceptible para todo el mundo cómo una trabajadora del archivo del centro traslada, en un carrito nada ergonómico, historiales clínicos de varios pacientes que están almacenados en una cochera próxima al hospital. El recorrido se hace por la calle, a plena luz. Este espacio es solo uno de los siete de los que dispone el hospital para almacenar unas fichas que, lejos de estar digitalizadas, se acumulan en millones de carpetas. Algunas de ellas dobles.

La cochera produce una sensación de agobio. Las estanterías están repletas de fichas y, algunas, se encuentran ligeramente ladeadas. «Se puede generar un grave problema si algo se traspapela. Hay que llevarlo por la calle, en condiciones inadecuadas, algo ilógico en cualquier hospital decente», denuncia Isabel Martínez, portavoz de la Plataforma en Defensa de los Servicios Públicos del Bajo Aragón. También se utilizan espacios de un antiguo centro de salud anexo al hospital para almacenar fichas de pacientes. «Las condiciones son las de un centro tercermundista», añade.

ROBOS EN VESTUARIOS

Por otro lado, en el conjunto de todas las instalaciones, solo hay un baño adaptado para personas con discapacidad. Este se encuentra en Urgencias y, el pasado miércoles, almacenaba en su interior hasta cinco pies para sujetar goteros junto a otros materiales. Así, todo paciente del hospital dispone en su habitación de un aseo pequeño, con una ducha en altura (lo que dificulta el acceso para mayores o discapacitados), un lavabo y un inodoro. En más de un baño del hospital hay humedades en el techo, fruto de filtraciones superiores.

El hospital de Alcañiz carece, desde hace más de año y medio, de personal de seguridad. Nadie controla las instalaciones, ni las entradas ni las salidas. Muchas de las puertas tienen las cerraduras estropeadas y, en el caso de recibir a pacientes con problemas de salud mental, son las enfermeras quienes deben hacerse cargo de su vigilancia. «Si en algún momento se ponen violentos, no tenemos a quién llamar para que venga y nos eche una mano. Menos mal que somos un equipo para todo y reina el compañerismo, si no sería mucho peor», explican enfermeras y auxiliares.

TAQUILLAS EN LAS DUCHAS

También los vestuarios del centro son dignos del surrealismo. En los femeninos, el espacio es tan pequeño que las taquillas que hay no son suficientes para todas las trabajadoras. De hecho, muchas cuelgan su ropa en perchas, expuesta a todo el mundo y sin ningún tipo de vigilancia. «Ha habido robos y aquí no te puedes venir con nada de valor. Yo, por ejemplo, comparto taquilla con una compañera», dice Martínez. En este lugar, solo unos metros más allá, hay cinco duchas. Son las destinadas para que las sanitarias se aseen cuando así lo necesiten, pero lo cierto es que solo una de ellas está operativa. ¿El motivo? Porque las cuatro duchas restantes, por increíble que parezca, están ocupadas por taquillas. Literal.

Hay ventanas estropeadas por las que entra frío en invierno y calor en verano. Tampoco lo tiene fácil la persona que trabaja en administración. Es discapacitada y para llegar a su puesto debe subir dos plantas (sin ascensor) y superar una doble altura.

La DGA asegura que las obras del nuevo centro empezarán en septiembre y que, para el 2021, estará inaugurado. Todo apunta entonces a que la agonía del hospital de Alcañiz ha empezado su cuenta atrás y empieza a salir de su particular uci para respirar otros aires. Más vale tarde que nunca. Aunque lo cierto es que, de momento, los terrenos destinados para su edificación, en el cerro de Santa Bárbara, están repletos de maleza y cultivos.