La actividad quirúrgica comienza a recuperar el terreno perdido a raíz de la irrupción del covid-19. Poco a poco, las intervenciones que tuvieron que ser demoradas como consecuencia de la pandemia se irán retomando, una vez que la presión asistencial provocada por el virus ha caído en las últimas semanas.

En el hospital Clínico de Zaragoza, por ejemplo, ya están operativos siete de los 16 quirófanos con los que cuenta el centro. Y, si la evolución de la pandemia lo permite, la apertura de otros nuevos será progresiva a lo largo de las próximas semanas. «Lo que era urgente y no demorable se operó, pero lo que se pudo aplazar se está volviendo a hacer», indican desde el hospital.

Entre las intervenciones que se llevaron a cabo durante la fase más dura de la crisis figuran las oncológicas. Ahora, una comisión se reúne todas las semanas para determinar qué se opera y establecer las prioridades pertinentes. «Antes era cada servicio el que exponía las operaciones a realizar, pero ahora ha cambiado el sistema. Poco a poco, la actividad se va retomando», apuntaron desde el propio hospital.

Pero el procedimiento ha cambiado. El covid-19 obliga a adoptar una serie de medidas destinadas a reforzar la seguridad y proteger a los pacientes. Así, todos los que ingresan (incluso los que no van a ser operados) son sometidos a una prueba PCR aunque sea asintomático. Solo los que van a pasar por una cirugía ambulatoria no pasan por el test, debido a su corta estancia en el hospital (menos de 24 horas).

Por supuesto, las áreas quirúrgicas están ahora diferenciadas, así como el sector de urgencias, también bifurcado entre pacientes sospechosos de haberse infectado y el resto. Y lo mismo sucede con las salas de espera. Pero todos los pacientes (covid o no) deben llevar mascarilla cuando salen de su habitación. Entre el 5% y el 10% de las camas se reservan para posibles nuevos contagios.