La hostelería se prepara de nuevo para reabrir sus comedores y los espacios interiores de bares y restaurantes. El nuevo decreto del Gobierno de Aragón establece un límite del 30% de aforo para estos establecimientos, lo que es considerado por la mayoría de empresarios del sector como “escaso”. Asimismo, en vez de a las 20.00 horas podrán cerrar a las 22.00. “Tenemos sentimientos encontrados. Nos permiten abrir para calmar los ánimos e intentar tenernos contentos, pero van a utilizar la reapertura de la hostelería como excusa si los contagios vuelven a subir. Somos la justificación para cuando vuelvan a imponer restricciones”, opina María Jesús Lechón, propietaria del La Republicana, un histórico local situado en la calle Méndez Núñez de Zaragoza.

Este fin de semana ya ha estado preparando su restaurante para poder volver a dar servicio en el interior. “Hemos arreglado las mesas y hemos decorado un poco el local. Vamos a poner justo las sillas que permite el aforo, y así vamos a controlar la capacidad. Cuando no queden sillas libres no entrará nadie más”, explica Lechón. Durante este mes y medio en el que Zaragoza ha estado en fase tres agravada, han estado abiertos gracias a su terraza y al servicio de comida para llevar. “Económicamente no es rentable y abrir con un 30% tampoco. Esto no nos soluciona la campaña de Navidad, la damos por perdida. Nuestra única esperanza es seguir abiertos como sea, aguantar, y poder resistir hasta que todo esto pase”, cuenta Lechón. En 37 años que llevan abiertos, explica, nunca han vivido un año tan malo. “Trabajamos y perdemos dinero. Es como el que vende un coche para comprar gasolina. Pero tenemos que dar servicio a nuestros clientes”, añade.

En el restaurante La Flor de Lis, en la calle Don Jaime, este lunes también se estaban preparando para su “rereapertura”, como dice el chef de este restaurante zaragozano, situado en la calle Don Jaime I. “Abrimos en marzo, y a los diez días tuvimos que cerrar por el estado de alarma. Reabrimos en septiembre otra vez y ahora vamos a por la tercera. Cada vez es como empezar de nuevo”, explica el cocinero, Rubén Martín.

Ganas, cuenta Martín, no le faltan. Ni a él ni a ninguno de los empleados del restaurante. “Reabrir al 30% no sé si será rentable, ya se verá, pero trabajar hoy en día es un lujo y volvemos con ilusión. No abrimos para ganar dinero, sino para dar un servicio a nuestros clientes y para mantenernos mentalmente activos. Eso es lo más complicado de todo esto, no deprimirse”, dice el chef de La Flor de Lis.

Ahora han tenido que volver a llenar las neveras que vaciaron cuando se anunció el cierre a finales de octubre. “Cada vez que abrimos hay que hacer un desembolso importante. Compramos un 30% de lo que comprábamos antes y cantidad como para una semana, no para un mes, porque nos da miedo que nos vuelvan a cerrar”, explica Martín.

En La Buganvilla, en la plaza Ariño, han podido evitar el cierre ya que disponen de una generosa terraza, pero sus camareros, aun así, agradecen poder abrir el interior del restaurante. “Nosotros también sufrimos el frío, no solo los clientes”, ríe uno de los empleados de este establecimiento, de nombre Ricardo. Eso sí, todavía no saben si abrirán para las cenas. “Hasta ahora solo dábamos servicios hasta la hora de comer, porque no tenemos estufas y por la tarde en la terraza hace más frío. A partir de mañana no sé qué haremos”, explicaba. Este lunes, por el momento, antes de la reapertura, tocaba limpiar.

'Delivery' y otras formas de sobrevivir

Pero las terrazas no han sido el único salvavidas que han utilizado los hosteleros para tratar de no hundirse en el pozo de las pérdidas. En La Republicana, por ejemplo, se adhirieron al programa Volveremos si tú vuelves, una herramienta mediante la cual el Ayuntamiento de Zaragoza devolvía parte del ticket de lo comprado en el comercio de proximidad. “Ha funcionado muy bien, tendrían que volverlo a hacer”, pide María Jesús Lechón. Porque, salvo por este programa, estas semanas pasadas han sido para olvidar. “Sí que hemos notado que hemos vendido más comida para llevar, pero no salen las cuentas”, dice. Ni tener terraza les ha garantizado la rentabilidad. “Todavía tenemos a siete trabajadores en el erte y no me atrevo a sacarlos porque no sé si en enero tendrán que volver a irse”, lamenta esta hostelera.

En La Flor de Lis, que forma parte del Grupo Vaquer (que también gestiona Las Palomas, el restaurante de carretera Español en Bujaraloz, Café Santiago, Restaurante Piazza), la opción ha pasado por crear una nueva marca, Bonita Celia, para vender comidas y cenas a domicilio. Llevan dos semanas y durante este último fin de semana han vivido un auténtico “boom” de pedidos. “La gente está respondiendo muy bien y eso que no hemos querido trabajar con las plataformas de reparto habituales, lo que nos hubiera dado mucha publicidad”, asegura Rubén Martín. En vez de subcontratar repartidores a través de Golvo o Just Eat han preferido sacar del erte a algunos empleados para que hagan de riders “Preferimos dar dinero a los de casa”, añade. Asimismo, la comida de Bonita Celia sale de la cocina del restaurante Piazza, en la plaza del Pilar, que lleva cerrado desde marzo.

Ahora, de cara a Navidad, dado que no va a haber ni cenas de empresa ni reservas familiares numerosas, van a ampliar el servicio del delivery ofreciendo packs con menús festivos. “Vamos a ofrecerlo también para la zona de Caspe, Fabara y La Almolda, allí donde tenemos amigos y familiares”, cuenta Martín. Todo por mantener los fogones en marcha a pesar del covid. A pesar del 2020.