En noviembre de 1975 tenía 12 años y estudiaba 7° de EGB en un colegio nacional. El día 22, cuando se proclamó rey a Juan Carlos, era sábado y no había clase, pero ya llevábamos de fiesta desde el día 20 en que se murió Franco. Los colegios cerraron y mucha gente se quedó en casa expectante. Además, estuvimos otra semana más sin ir a la escuela por el nombramiento del nuevo jefe del Estado. Ayer, en 2014, hubo clase normal (aunque el curso acaba hoy). Cuando juró Juan Carlos, todo estaba parado. La televisión, la única que había, hizo un paréntesis en las imágenes de la capilla ardiente del Caudillo para emitir en directo el acto del Rey. Sin tertulias ni comentarios. Ayer, las múltiples televisiones cumplieron más de 48 horas sin interrupción hablando del nuevo Rey, con todo tipo de opiniones. El escenario era el mismo, solo que entonces, los señores que estaban allí aplaudiendo al monarca iban todos de negro, todos eran hombres, no faltó ni uno. Felipe VI pudo ver ayer muchos colores primaverales en el hemiciclo, mucha mujer y hubo quien le dio plantón y todo. Detrás no tenía militares, como su padre. En 1975, hasta el arzobispo de Zaragoza, Pedro Cantero Cuadrado, como miembro del Consejo de Regencia, estaba a la misma altura que el Rey en el estrado. Ayer no hubo ni misa. Cuando volví al colegio en el año 75, de las pizarras colgaban unos pósteres con el texto íntegro del primer discurso del Rey. Desaparecieron las fotos del dictador y ya no tuvimos que formar en el hall del colegio para izar la bandera los lunes, y arriarla, los viernes. Cuando empiece el curso el próximo septiembre, poco habrá cambiado en la estética y el funcionamiento de los colegios. Salvo el cuadro del Rey, se supone. Quizá, una magistratura hereditaria, a estas alturas de la historia, ya no pega. Pero la calle, la ciudadanía, ha visto hoy un cambio normal. El país sigue.