La plaza de Santo Domingo, en el contexto de las obras acometidas en el Coso Bajo y Ramón y Cajal, ha quedado encementada y de este modo el Ayuntamiento entierra un yacimiento arqueológico inexplorado, un espacio que podía haber aportado una valiosísima información de la historia de la ciudad, una oportunidad de conocimiento que yace bajo la losa que es elocuente manifestación de desprecio hacia la cultura y el patrimonio.

La Plataforma para la Defensa del Patrimonio de Huesca ha venido reclamando del área municipal de Urbanismo una actuación arqueológica minuciosa en este espacio singular, con el fin de constatar si, como apuntan otros trabajos previos realizados en el entorno y los más rigurosos estudios históricos, permanecen en el subsuelo vestigios del teatro romano, edificaciones públicas anexas u otras relacionadas con la muralla, incluso restos del monasterio dominico derribado en el siglo XIV. Pero ya no será posible, el Ayuntamiento, contumaz en su voluntad de ignorancia, le da la espalda al saber y al reconocimiento de los ciudadanos en sus raíces.

Y por si el destrozo no pareciera suficiente, uno más en el sinnúmero de actuaciones urbanísticas carentes de sentido aunque a menudo depredadoras, la concejalía responsable ha dejado su firma colocando media docena de enormes contenedores de basura en medio de la plaza, como un desafío al más elemental sentido de la estética, el decoro y la concepción de un espacio ordenado al servicio de la contemplación y disfrute placentero.

Contenedores, por otra parte, que han requerido una cimentación a casi tres metros de profundidad, evidenciando en la tierra removida la aparición de materiales que avalan la enorme riqueza arqueológica de la plaza. Lamentablemente, la basura le ha ganado la partida al patrimonio, aunque a lo que parece, para el Ayuntamiento ambos conceptos son sinónimos, materias prescindibles que ocupan el mismo lugar y participan de idéntico destino: sensibilidad y cultura de vertedero.