El anuncio de la próxima reapertura del cuartel Sancho Ramírez y la llegada de entre 600 y 700 militares a esta instalación castrense entre el 2019 y el 2020 fue, sin duda, la mejor noticia del pasado año para la ciudad de Huesca. Su impacto económico anual puede rondar los 25 millones, el triple de lo que suponía el anterior acuartelamiento.

A raíz de esta decisión del Ministerio de Defensa, la capital altoaragonesa ha visto cómo se disparaban sus expectativas de crecimiento tras una década de estancamiento y, al mismo tiempo, ha constatado que será necesario invertir en servicios públicos como la educación y la sanidad para atender a los soldados y los oficiales y a sus familias.

Otro reto de calado será la construcción de viviendas, dado que apenas hay pisos en venta o en alquiler desde que estalló la burbuja inmobiliaria y dejaron de levantarse edificios en las zonas de expansión urbana.

Además, antes de la llegada de las unidades militares, será preciso reformar y ampliar el actual acuartelamiento, para lo que se precisan ocho hectáreas de suelo. Ya se sabe que el acondicionamiento del Sancho Ramírez costará en torno a 10 millones de euros. Y, de momento, se cuenta con 1,8 millones, comprometidos por el Gobierno de Aragón, para adquirir terrenos en un gran solar situado en la parte trasera del recinto castrense.

La operación se verá facilitada por el hecho de que el ayuntamiento oscense es propietario de cuatro hectáreas, pero habrá que comprar el resto del terreno necesario a varios propietarios privados que poseen en total 3,3 hectáreas.

Previsiblemente, el empuje a la construcción será el primer signo de la mejora de la situación económica en Huesca. Pero, al mismo tiempo, habrá otros sectores beneficiados: la hostelería, el comercio (tiendas y distribuidores), los gremios y los servicios.

«UN SOPLO DE AIRE FRESCO»

El alcalde oscense, Luis Felipe, recibió la noticia de la reapertura con «una gran alegría por lo que significa para el desarrollo y las oportunidades de futuro de la ciudad y la provincia».

El presidente de Aragón, Javier Lambán, se felicitó asimismo por el retorno de los militares (la unidad logística del Sancho Ramírez estuvo en el cuartel hasta el 31 de diciembre del 2016) y comprometió la ayuda del Ejecutivo autonómico.

De hecho, ahora es imprescindible la construcción de un nuevo centro de salud en el barrio del Perpetuo Socorro, donde se halla el recinto castrense. Por ello Lambán se apresuró a avanzar que se va a redactar el proyecto con el fin de que las obras se puedan licitar a finales de este año o principios del próximo.

Asimismo, el Gobierno de Aragón también tendrá que implicarse para que el colegio Pío XII, ubicado en el mismo distrito urbano, acoja un centro de educación infantil de 0 a 6 años.

En realidad, la versión corregida y ampliada del cuartel Sancho Ramírez ha venido a agitar las aguas demasiado tranquilas en las que vivía Huesca. «Llevamos una década con la misma población, en torno a 52.000 habitantes», señala Isabel Claver, presidenta del gremio de comerciantes. «Este estancamiento produce una especie de pesimismo, sobre todo en lo que se refiere a la creación de empresas», precisa.

Por eso, para ella, al igual que para la mayoría de su convecinos, el desembarco de varias unidades militares constituye «un soplo de aire fresco» y «un atisbo de luz».

Existen muchas dudas sobre la magnitud del fenómeno que se avecina. Por ejemplo, no se sabe cuántos militares se instalarán a vivir en Huesca ni cuántos optarán por ir y venir entre Zaragoza y la capital del Alto Aragón.

INCÓGNITAS

También se ignora en qué medida despertará la construcción y el alquiler de pisos. Y nadie puede decir que conoce exactamente de dónde vendrán los efectivos que se mudarán a la ciudad oscense.

Patricia Novo, que dirigía la plataforma creada en el 2015 para evitar el cierre del Sancho Ramírez, está convencida de que muchos de los recién llegados serán de Madrid y Zaragoza. «En la capital de Aragón hay muchos militares que antes trabajaban aquí y que están deseando volver porque tienen a sus familias o porque les gusta cómo se vive en Huesca», afirma Patricia.

«Aquí --dice-- se disfruta de una calidad de vida que no existe en otras ciudades más grandes, y es seguro que las plazas vacantes las cubrirán militares de distintos puntos de España a los que les atrae vivir en un lugar bien comunicado y que está al lado de los Pirineos». Esos alicientes, entre otros, han podido decidir al Gobierno central a poner Huesca en el mapa de la defensa nacional.