--Hablamos de jóvenes y todos queremos seguir siéndolo, pero ¿hasta qué edad podemos llamarnos así?

--Es verdad que la juventud en mi época estaba mucho más acotada. Ahora la crisis retarda la edad de emancipación y eso está abriendo mucho el abanico.

--Usted ahora es un experto, pero ¿cómo le fue con sus propios hijos?

-- Me ocurrió como a la mayoría de los padres en este país, que no sabía y si acerté, fue porque lo que me transmitieron mis padres servía.

--De todas formas, es un público difícil el suyo.

--Resulta complicado porque los jóvenes son distintos a los padres, pero si nos diéramos cuenta de que son nuestra responsabilidad y obligación, deberíamos entender por qué se comportan así. No entiendo por qué todos hacemos cursos de formación, pero no hacemos nada para aprender a educar a los hijos porque no vienen con manual de instrucciones.

--¿Cómo está influyendo la crisis en las relaciones familiares?

--Está transformando la sociedad. Ha roto el sistema acomodaticio del que disfrutaban los jóvenes. Caminamos hacia un modelo de familia emparedada, en el que caben varias generaciones. Conviven abuelos, padres e hijos bajo el mismo techo. Cuando todo se viene abajo siempre queda la familia, en sus distintos formatos. Eso les obliga a primar el respeto y la tolerancia.

-- La depresión que vivimos, ¿les deja espacio para mantener ideales?

-- Hablaría de valores que están transformándose. Durante la gran expansión económica primaron el individualismo y la inmediatez. Yo y ahora. Abundancia, hazlo, no esperes. A tope. Todo es posible. Eso se ha llevado por delante a una generación. La crisis obliga al recliclaje. Pero, jóvenes, no miréis hacia atrás. Será como seamos capaces de construir entre todos, jóvenes y adultos. Los jóvenes se han colocado en los tacos de salida y han dicho vamos a tirar. Asumimos la responsabilidad.

--¿Qué es lo que más destaca de la juventud?

--Por un lado que se están moviendo y no solo por el qué hay de lo mío, sino que luchan por un bien común. Son la punta de lanza de las reivindicaciones y lo hacen desde el respeto y la no violencia. Son abanderados de la sociedad.

--El estudio resalta un creciente interés por la política, pero ¿no resulta complicado sin una buena base cultural?

-- No la tienen ellos ni nadie. Es el momento de la sociedad civil. Y tiene su peligro, porque se están rompiendo las instituciones. La gente no cree en ellas. Los jóvenes no creen en los políticos, en los sindicatos, en la justicia ni en los medios. La sociedad civil quiero opinar. Y parece que cualquier opinión vale, pero gestionar un país es muy difícil. Si esto no se canaliza, puede derivar en un sistema asambleario insostenible. Hay que crear estructuras profesionales que recojan su opinión.