Norbert Feher, alias Igor el Ruso, disparó a los guardias civiles Víctor Romero y Víctor Caballero y al ganadero José Luis Iranzo con precisión, y en el caso de los primeros centrando la puntería en zonas desprotegidas, como las piernas, y causando la muerte de los tres por shock hipovolémico (pérdida masiva de sangre) tras el tiroteo del pasado 14 de diciembre en los alrededores del Mas del Saso de Andorra.

Así lo confirma el informe completo de la autopsia, remitido ayer por el juzgado a las partes personadas en el procedimiento. Si bien gran parte de las conclusiones ya habían sido anticipadas en informes parciales anteriores (autopsia preliminar, análisis de tejidos, balística, etc.), los documentos del Instituto de Medicina Legal de Aragón (IMLA) resultan clarificadores como análisis conjunto. E indican que Feher, o era en efecto un tirador experto, o tuvo una extraordinaria fortuna al disparar.

En el caso del ganadero, los dos disparos impactaron uno en el pecho y otro en el brazo. Ambos, contra un hombre desarmado, fueron realizados de frente y a una distancia de entre 35 centímetros y un metro y medio. A priori parecen contradecir la versión de Igor el Ruso, que indicó que disparó desde la puerta al oír un ruido, sin ver, y aparentemente a más distancia.

Los guardias civiles, como ya indicaban otros documentos, fueron acribillados con dos pistolas, una en cada mano de Feher, según narró él mismo a la jueza instructora. Aunque dijo que respondió al fuego, el análisis de las heridas parece apoyar más la emboscada, y también que había visto o intuido que llevaban chalecos antibalas, ya que la mayoría de los tiros fueron a las piernas.

En el caso de Romero, además, fueron por detrás, a las piernas, y apenas uno impactó por delante, y lo paró el chaleco. El que más daños causó le entró por la clavícula y le salió por el lado contrario del abdomen, de arriba a abajo, por lo que aparenta haber sido realizado cuando ya estaba en el suelo.

CHALECOS / Algo similar sucede con Víctor Caballero, que recibió siete balazos, cinco de ellos de cintura para abajo. En su caso, sin embargo, dos de los disparos fueron frontales y a la altura del abdomen (uno a la altura del ombligo, otro algo más arriba) sí penetraron en el cuerpo, en trayectoria también descendente, lo que teniendo en cuenta que medía casi 1,90 también podrían indicar que ya había sido abatido.

El agente llevaba un chaleco de dotación, aunque según destacaba otro informe le quedaba pequeño, por lo que la parte donde impactaron las balas correspondía a la faldilla, no al paquete balístico. Eso explicaría por qué la bala que impactó a la misma altura que en el de su compañero, en su caso, sí lo atravesó. Lo cual no disuade a algunas acusaciones de pensar que la prenda falló.