Mientras la nadadora paralímpica Teresa Perales conquistaba en Atenas su sexta medalla, la expedición al KiIimanjaro organizada por los discapacitados psíquicos de Aragón y Burgos luchaba por alcanzar la cima de la montaña africana en medio de una descomunal tormenta de nieve y granizo. Les digo a ustedes que éstas sí que son auténticas proezas deportivas y no los paseítos por el césped de las multimillonarias estrellas del fútbol-glam. Buena verdad es que quienes sufren alguna disminución en su capacidad física, psíquica y sensorial se ven obligados a superarse más allá de todo límite para demostrar al resto de los normales su derecho a ser tratados como iguales. Siendo así, tanto los paralímpicos como los montañeros reclutados por Feaps se han ganado un buen pedazo de gloria, y sus hazañas no deben ser consideradas una caprichosa muestra del más difícil todavía sino el testimonio de la tremenda lucha que aún ha de mantener el mundo de la discapacidad.

Los servicios sociales destinados a los disminuidos no constituyen un ejercicio de caridad sino que son la expresión de derechos cívicos inalienables. Todavía hay gente que no lo entiende y, por ejemplo, considera perfectamente lógico que el municipio zaragozano gaste cien millones de euros en ponerle estadio al Zaragoza SAD, pero cree que partidas muchísimo menores destinadas a promover la igualdad de oportunidades de los discapacitados son un gasto accesorio y graciable.

El grado de integración social de quienes sufren alguna discapacidad mide el nivel de profundidad democrática de las sociedades. En tal sentido Aragón ha avanzado mucho en los últimos años. Gracias a la sensibilidad de algunos políticos, gracias a la lucha incansable de las organizaciones que agrupan a los disminuidos y gracias también a golpes de efecto tan magníficos como las medallas de Teresa o la aventura africana de los chicos de Feaps. Enhorabuena.