Se cargaron a la única osa fértil que quedaba en el Pirineo aragonés. Pero como ha sido justo al otro lado de la muga, a nosotros plim . Además, qué parida es ésa de dejar osos sueltos por unas montañas tan... urbanizables. ¡Paso al progreso!, claman los implacables e insensatos destructores de la naturaleza. En el territorio de la pobre osa hacían batidas para cazar jabalíes (¡!), y aquí mismo, en Biscarrués, la Confederación Hidrográfica vuelve a realizar descomunales catas en una ladera a escasa distancia de los nidos de los quebrantahuesos. No sé yo qué entendemos por especie protegida . Tampoco comprendo cómo se puede insistir en plantar una presa sobre laderas obviamente inestables (los desprendimientos son constantes y aparatosos) destruyendo una zona particularmente hermosa e intacta del río Gallego.

Los países civilizados hace tiempo que convirtieron los recursos naturales en fuente de riqueza. Conservándolos, claro. En el norte de Australia, por ejemplo, han recuperado el hábitat y las poblaciones de cocodrilo de marisma, el mayor y más agresivo saurio que existe en el planeta. Y el proceso está resultando muy rentable. Si en España tuviésemos un animal salvaje de tales característica (cuya piel es además muy valiosa), sería exterminado por decreto.

Por todo ello me maravilla el cacao que se organizó el pasado fin de semana al presumirse que desde el Ministerio de Medio Ambiente se pretendía crear nuevos parques naturales en territorio aragonés. Esta comunidad nuestra está a la cola de España y de Europa en cuanto a la proporción de territorio protegido, y la normativa medioambiental vigente, elaborada por la DGA, parece más destinada a salvaguardar de las ocurrencias conservacionistas a los contaminadores, urbanizadores y otros depredadores paisajísticos, que a preservar la acosada naturaleza. En cuanto a la Ley de la Montaña, ya se vio ayer en las Cortes de Aragón que la cosa va para largo. ¡Que Narbona nos asista!