Hubo un tiempo en el que las ocho de la tarde era el momento del agradecimiento a los profesionales esenciales. Médicas, enfermeras, celadoras, trabajadoras de la limpieza, trabajadoras sociales, cuidadoras, trabajadoras de los supermercados. Una enfermedad desconocida y atroz que puso en jaque a todas las sociedades demostró la importancia de los cuidados. Pero un año después, muchas trabajadoras reclaman más medios. Porque aunque el coronavirus las ha hecho visibles, sus condiciones laborales no han mejorado.

«Se ha visibilizado nuestro trabajo, pero nos hemos quedado solo con las gracias, y lo que necesitamos es más mano de obra», resume Ana Gracia, trabajadora de la limpieza en el hospital Clínico de Zaragoza, con 34 años de experiencia. «Jamás había vivido tanto estrés como este año», reconoce, y recuerda que los momentos más duros. «Cuando me incorporé en plena pandemia, todo lo que me dieron fue una mascarilla de tela; las limpiadoras no llevábamos la misma protección que el resto del personal sanitario. Luego eso cambió», rememora. Aunque todavía hoy, asegura, hay problemas «con alguna supervisora que no deja ponerse el epi a las trabajadoras contratadas». Tras un año de pandemia, esta trabajadora señala que «quien mata al bicho es la limpiadora y aún nos queda tiempo con el virus».

También en labores de limpieza, pero en el instituto Corona de Aragón de Zaragoza, trabajó hasta la pasada semana Rosalía Luño, de CCOO, quien también recuerda la escasez de material en las primeras semanas: «Había que rogar porque nos llegaran las mascarillas: no había». «Después el centro nos atendió bien, no nos ha faltado ningún producto de limpieza y el profesorado y el personal de administración se han volcado con nosotras», afirma.

Con el regreso de los alumnos a las aulas, la higiene era más necesaria que nunca. «Somos imprescindibles. Mi única preocupación era que mis chicos no cogieran el covid y no cogerlo yo, y reforzamos mucho la limpieza de las mesas, los pomos de las puertas o los interruptores de luz», explica. Con 1.800 metros cuadrados que cubrir entre 7 trabajadores, celebra que ninguno se contagiara y llama a las autoridades a «cubrir todas las bajas» para poder llevar la sobrecarga que exige la pandemia.

Las empleadas del hogar reclaman mejores condiciones. «Es positivo que se reconozca como trabajo esencial, pero ese reconocimiento pasa por una legislación con mejores derechos laborales», insiste Marisol Ruberte, asesora jurídica de la Asociación de Empleadas de Hogar y Cuidados de Zaragoza. Durante el confinamiento estricto, «muchas trabajadoras vivieron momentos dramáticos». «Hubo despidos masivos y en otros casos se obligó a las internas a quedarse en las casas sin salir durante tres meses, sin recibir salario extra por ello», recuerda. En el sector se calcula que entre el 30 y 40% de las trabajadoras no están contratadas legalmente.

María, natural de Nicaragua, trabaja como interna desde hace casi 4 años cuidando a una anciana. El confinamiento coincidió con el momento de regularizar su situación en España. «Tuve crisis de nervios, por el miedo de enfermarme, de enfermar a la señora que cuido, porque sabía que estaba sola y que sin papeles el Estado no me iba a proteger. No veía la salida», recuerda, ahora por fin, con la tarjeta de residente.

Cobrando 800 euros al mes por un trabajo de 24 horas todos los días de la semana, conoció a compañeras que en esta misma circunstancia fueron despedidas por sus empleadores. «Al mismo tiempo tenía miedo de contagiarme si salía de casa, pero tenía que salir para regularizar mis papeles», recuerda. Meses después, tras presentar un recurso a la inicial denegación, consiguió los papeles. «Ahora estoy con todos los derechos y sigo cuidando a la misma señora, pero ha sido un año muy duro», rememora. Los cuidados, esenciales.