Dos palabras, incertidumbre y ruina, se reúnen en torno a la mayoría de las opiniones recabadas por este diario para hacer un somero análisis del momento que viven los distintos sectores de la sociedad afectados por la pandemia. La tercera sería miedo, bien relacionada e presente con las dos primeras se mire por donde se mire. El futuro, sin embargo, se resumen en un solo término: vacuna.

A falta de los sesudos análisis que permitirá el final de la crisis sanitaria, con los números más exactos de arruinados, parados o nuevos pobres, el pequeño abanico aquí recogido muestra a una gran mayoría de profesionales valientes, capaces de agarrarse a sus trabajos, de defenderlos y buscarles un sentido hacia el futuro que no empezará, creen, como pronto hasta la primavera.

Más allá del coraje camina la incomprensión de tantas decisiones cambiadas, la improvisación aquí y allá que ha «mareado» a tantos con los horarios, los aforos, los cierres perimetrales, las mascarillas o las distancias. Algunos se han resignado a la espera de que lo que queda en la mochila les llegue hasta que la normalidad sea la antigua, no la nueva que no fue. Otros suben el tono, alzan la voz para reclamar que se sienten abandonados por el Gobierno. Son solidarios, no quieren señalar al otro, a ese que entienden que han ayudado más, pero ven el panorama general desolador.

«¿Para qué quiero yo microcréditos? No me puedo endeudar más, el año que viene va a ser igual de malo», dice el taxista Morón, que resume a muchos al recordar que desde el Ejecutivo central son capaces de salvar a los bancos pero no a los trabajadores, «que somos los que sacamos el país adelante».

La respuesta de los Gobiernos es «un sinsentido» para muchos, que ven el presente «negro» y solo lo ponen en verde cuando se habla de los investigadores y la llegada de la Pfizer, la AstraZeneca la Moderna o la primera vacuna que llegue. «Resistiremos hasta donde podamos», repiten unos y otros. ¿Y si se acaban los ahorros? Ese es el camino del miedo, aunque la línea de reflexión general es que lo peor está por llegar. Es decir, crecerá el paro, bajará el consumo, habrá menos dinero y menos trabajo.

Algunos se han salvado, los menos, al ser los propietarios del local. A otros solo la comida para llevar los ha mantenido a flote, pero saben que solo es un modo de sobrevivir, de perder menos. «Empezamos cada día sabiendo que cabará con pérdidas», asegura más de uno. Es la fórmula para estirar, para esperar que desaparezcan las cancelaciones, que vuelvan los eventos, la cultura, el deporte, la restauración o el comercio, por citar. Vienen de unos meses «horribles» y creen que los siguientes serán «iguales o peores».

Los ertes han sido medicina común en los distintos sectores, sirven para disfrazar una realidad que se puede estirar poco. «Si seguimos así nos vamos a la ruina». Lo dice literalmente el propietario de una empresa de transporte de viajeros. Firmaría debajo cualquiera. El camionero, por ejemplo, que se detiene en los tiempos tan extraños que vive, donde le impiden incluso pisar el servicio o usar una máquina de café tras completar una descarga. Kilómetros y kilómetros de carreteras vacías en el confinamiento que deja sin previsiones a cualquiera.

Las reservas, por ejemplo, no existen. Son los tiempos del miedo, «nadie quiere arriesgarse» a hacer un plan, mucho menos una inversión. Han desaparecido casi por completo las bodas mientras se mira hacia final de año con cierto respeto. Por un lado se espera empezar a normalizar los ingresos; por otro se entiende que una nueva precipitación, otra recaída, una cuarta ola, sería definitiva, mortal, para un número enorme de empresarios y trabajadores. Ni casi para tomar el aire están las cosas, ahora que desde Sanidad se ha recordado que el deporte en grupo es obligatorio hacerlo con mascarilla. «La montaña está de moda», dicen desde una casa rural del Valle de Broto, pero si no se puede salir del municipio, la curva sigue bajando al tiempo que suben las ganas de trabajar y la impotencia.

testimonios

TERESA CABRERA / CASA PARICIO

«Intentaremos resistir, tiraremos de ahorros hasta donde llegue»

ÁNGEL DE CASTRO

Eva y Teresa Cabrera, en la puerta de su negocio.

Incertidumbre es la palabra más repetida en el sector de la hostelería durante los últimos meses. Se refieren a inseguridad, a la sensación de desasosiego que ha ido cambiando de fase al tiempo que lo hacían las decisiones de uno y otro Gobierno. «Nos han mareado», resume Teresa Cabrera, propietaria de Casa Paricio junto a sus hermanos Millán y Eva, que espera que las restricciones acaben cuanto antes para aprovechar al máximo el invierno, la época del año en que más trabajo tiene esta bodega bien conocida por sus anchoas y vinagrillos. «Hasta ahora hemos tirado con lo justo».

«No tenemos terraza, así que este año hemos tenido que pasar muchos meses cerrados. Desde el confinamiento en marzo no pudimos abrir hasta junio y ahora ya llevamos otra vez un mes sin subir la persiana. Lo que nos ha salvado es que el local es nuestro, al contrario de lo que les ha pasado a muchos otros, que incluso han tenido que cerrar definitivamente», explica Teresa, que asegura que su único planteamiento de momento es «resistir y tirar de ahorros hasta donde lleguemos».

La dueña de esta taberna con solera, que abrió en 1928 y camina ya por la tercera generación, tiene la percepción d e que el asunto no mejorará pronto. «Va a haber más paro y menos dinero, el trabajo va a bajar. Nosotros ya perdimos clientes que dejaron de venir por miedo, aunque ya se está demostrando que la hostelería no somos los culpables de todo, que cumplimos las normas y en la mayoría de los casos somos sitios seguros». I. m. C.

ALBERTO ÁLVAREZ / DUEÑO de RESTAURANTE

«Nos hemos tenido que reinventar pero con mucha incertidumbre»

SERVICIO ESPECIAL

Alberto Álvarez en la pizzeria Leone.

Alberto Álvarez es uno de los tres socios de la pizzería Leone y del Petit Comité en Zaragoza y sin pelos en la lengua asegura que han sido unos meses «horribles». En un primer momento, Alberto cuenta que pensaban que iban a «acudir al erte de manera provisional» pero que la mala situación de Aragón y las medidas tan restrictivas a toda la hostelería ha producido «incertidumbre en todo momento».

Desde el principio, tanto Alberto como el resto de socios han ido reinventándose a medida que las normas cambiaban. «Antes teníamos unos 15 trabajadores, ahora tenemos la mitad, solo una está a jornada completa y los socios estamos trabajando en los restaurantes», cuenta Alberto, que siente lo que supone para sus trabajadores estar en una situación como esta.

Actualmente, ambos restaurantes están abiertos haciendo frente a todas las medidas de seguridad, así como al cierre a las 20.00 horas, unas restricciones que han hecho que desaparezca el servicio de cenas. «La gente tiene ganas de salir pero la restricción horaria es muy difícil y aunque para nosotros sería muy bueno contar con unas horas más, tenemos que aceptarlo». Alberto cuenta que la comida para llevar ha sido lo que un poco les ha mantenido a flote a pesar de que ganan «menor margen».

Ahora, a Alberto solo le queda mirar al futuro con esperanza de que no se vuelvan a ver en la misma situación que en agosto, donde cerrar les compensaba más que estar abiertos. «Perdíamos el alquiler y los gastos fijos, pero estábamos en una situación que no nos permitía más». s. p. m.

JOSÉ MARÍA FRANCH / DIRECTOR DE BALNEARIO

«Nuestra esperanza está en que las vacunas sean efectivas»

J. M. Franch, director del balneario de Vilas del Turbón.

El balneario de Vilas del Turbón, en la comarca de la Ribagorza, ni siquiera ha llegado a abrir este año. Y lo mismo les ha pasado a otros cinco establecimientos termales de la comunidad, de un total de diez instalaciones de hidroterapia radicadas en Aragón.

«Había y continúa habiendo mucha incertidumbre», explica José María Franch, director de Vilas de Turbón, un balneario abierto en 1932 y que da empleo a 30 personas en una localidad de solo 18 habitantes.

«El golpe más duro que ha sufrido el sector», explica, «fue la cancelación de los programas del Imserso», que garantizaban que los balnearios pudieran abrir hasta diez meses al año, incluso en temporada baja, que es cuando llega la clientela de mayor edad.

Al ser el colectivo más vulnerable, las medidas de prevención adoptadas desde el principio de la crisis sanitaria fueron también las más radicales y siguen todavía vigentes.

Ante esta situación, Franch solo ve la solución en la medicina. «Tenemos todas las esperanzas puestas en que las vacunas que se están probando sean efectivas», afirma.

Y eso, señala, que en los balnearios de Aragón que han llegado a abrir este año no se ha registrado ningún caso de coronavirus.

Por ello, con la vista puesta en un remedio fiable y permanente para la pandemia de covid-19, añade José María Franch, los balnearios de toda España se encuentran ahora mismo negociando la reanudación de los programas del Imserso. F. valero

JOSÉ ANTONIO MOLINER / TRANSPORTISTA

«En Aragón tenemos la suerte de poder parar en restaurantes»

EL PERIÓDICO

José Antonio Moliner, presidente de Tradime.

El de los transportistas es un sector que apenas ha parado pese a la pandemia. Durante la primera oleada, cuando el país se confinó, los camiones seguían circulando por la solitaria red de carreteras. Entonces pusieron de manifiesto las dificultades para acceder a servicios básicos en ruta por el cierre de las áreas. En esta segunda fase de la epidemia, José Antonio Moliner, presidente de Tradime y camionero, celebra que el_Gobierno de Aragón haya sido de los primeros en subsanar esta situación. «En Aragón tenemos la suerte de que el Gobierno decidió dejar al 50% el aforo de las áreas de servicio, pero cuando salimos de la comunidad tenemos problemas en el resto del país. En Navarra, tenemos un listado de solo ocho áreas en las que se puede parar, seguimos en una situación complicada», aseguró.

Por otro lado, Moliner señaló que «uno de los problemas más graves en el sector es para quien compró un camión a principios de año, porque ha tenido que seguir pagando a pesar de sacarle mucha menos rentabilidad». El distinto ritmo de los confinamientos perimetrales y las distintas restricciones por comunidades autónomas a la hostelería hace que los transportistas hayan tenido que asumir «rutas en vacío», con el coste extra que ello supone. Además, denuncia el riesgo al que se siguen enfrentando en la carga y descarga.

«Nos parece increíble que podamos cargar y descargar, exponiéndonos al contagio, cuando no es nuestra función, pero en la mayoría de fábricas no nos dejan ni ir al servicio ni tan siquiera usar la máquina de café». H L. c. l.

FÉLIX CARTAGENA / PROMOTOR DE EVENTOS

«Las actividades culturales que se hacen confunden al público»

Servicio especial

Félix Cartagena, en su despacho.

Los eventos culturales se celebran a cuentagotas y muchos con restricciones que imposibilitan la entrada del gran público. Los conciertos en masa y las fiestas populares de los pueblos, ni se celebran. Félix Cartagena es representante de artistas y grupos musicales, y promotor de eventos, y atraviesa un año, que no una situación, muy difícil:_«La situación en todos los casos es dramática, y en mis asuntos concretos, crítica. Hay muchos músicos que lo están pasando muy mal».

«Hay más actuaciones motivadas por las ganas de mantenerse activo y salir del lugar de ensayo, que por razones económicas», apostilla Cartagena. Desde marzo, la actividad ha sido «de cero», porque los ayuntamientos tampoco se han querido ver «comprometidos». «El problema de la situación provoca que ante la duda es mejor no hacer nada», añade.

Asimismo, este representante hace hincapié en que los eventos culturales que se proyectan actualmente sirven para «confundir a la opinión pública», porque parece que hay actividad cuando no la hay y «los profesionales estamos absolutamente paralizados».

Por otro lado, Cartagena indica que ya estaba trabajando de nuevo en la reubicación de unos conciertos que ya tuvo que pasar a marzo por la pandemia:_«Los estamos programando ya para el mes de septiembre porque pensamos que ya estará solucionada la cosa». Además, hace un llamamiento a las instituciones para tomar medidas porque «la cultura es imprescindible». R. T.

ANA MARÍA PAVÍA MUNDO DEL ESPECTÁCULO

"Algunos actores y actrices ni siquiera han cobrado las ayudas»

servicio especial

Ana María Pavía, del Sindicato de Actores y Actrices.

El mundo del espectáculo está pasando por muy malos momentos tras meses de inactividad. «Algunos actores y actrices ni siquiera han llegado a cobrar las ayudas al sector y otros, debido a errores, no han percibido más que 15 euros», explica Ana María Pavía, que está a la cabeza del gremio en Aragón. Además, continúa, hay muchos compañeros y compañeras de profesión a los que ya «se les han acabado el subsidio de desempleo y las ayudas extraordinarias».

Determinadas salas de espectáculos, como los teatros, han intentado salir adelante con un estricto control de los aforos (un 25% como máximo) y fuertes medidas de seguridad sanitaria, «pero no resultan viables y está casi todo suspendido», dice la actriz.

El verano pasado, continúa, fue «flojo»; la cancelación de las fiestas del Pilar tuvo un efecto «demoledor», y para Navidad ya se sabe que «no habrá cabalgata de Reyes».

Por otro lado, al no celebrarse congresos en Zaragoza se ha perdido una importante fuente de trabajo y de actividad para el gremio. «No hay eventos de ningún tipo y eso se nota mucho, pues es frecuente que en la organización siempre se cuente con nosotros para intervenir como presentadores», afirma. «No solo quienes actúan han resultado perjudicados por la situación derivada de la pandemia», precisa Pavía. «Los montadores de escenarios y los técnicos de sonido, entre otras especialidades ligadas al sector, también están sufriendo duramente la crisis», subraya. f. v.

JOSÉ LUIS GÓMEZ / DUEÑO DE UNA CASA RURAL

«El turismo de montaña se ha puesto de moda y esa es la esperanza»

SERVICIO ESPECIAL

Gómez, ante su vivienda rural en Broto, esta semana.

Las últimas reservas en La Borda de Chelis, una vivienda rural en la localidad de Broto, a los pies del valle de Ordesa, se anularon en noviembre. Un mes en el que «habitualmente» esta casa cuelga el cartel de «completo» a diario por la atracción que genera en el turismo la época de otoño en el parque nacional y en la zona de Bujaruelo.

El confinamiento de las tres capitales de Aragón, así como de la comunidad y de otras colindantes ha frenado el negocio en seco. «Ahora no estoy vendiendo nada y tengo reservas para Navidad que todavía no sé lo que pasará con ellas. Estoy a la espera de saber si seguirá el confinamiento para avisar o no a los clientes», explica José Luis Gómez, propietario de La Borda de Chelis. Él se ve afectado por partida doble con las restricciones, ya que es dueño también de un rocódromo en Jaca que ha tenido que cerrar al ser una instalación deportiva. «Los ingresos se necesitan porque tenemos que seguir pagando facturas. En junio ya no tenía buenas sensaciones, aunque estuvimos abiertos y muy bien, pero el año será complicado se mire por donde se mire», explica.

Aún así, Gómez ve en el turismo rural un futuro «positivo» porque «tal y como se ha demostrado este verano» es una opción muy demandada. «Viviremos un tiempo extraño, pero la montaña y el turismo al aire libre se ha puesto muy de moda», dice. Eso sí, no está de acuerdo «con los agravios comparativos» en las medidas. «Esto de que unos sí puedan abrir y otros no tiene poca lógica. Se ha ido como veletas», señala. A. LAHOZ

GUILLERMO SISQUÉS / TRANSPORTE VIAJEROS

«Si la economía no se pone en marcha pronto, tendremos problemas»

el periódico

Guillermo Sisqués en Binéfar ante uno de sus buses.

Las restricciones a la movilidad entre provincias han puesto en apuros a muchos sectores. Uno de los más afectados es el de los autobuses que cubren líneas regulares, pues el tránsito limitado entre Zaragoza, Huesca y Teruel se duplica con la prohibición de salir de la comunidad. En algunos casos las empresas de transporte de viajeros tienen que refugiarse en otro tipo de servicios, como es el transporte a fábricas o las rutas escolares. Es el caso de autocares Sisqués, una empresa de Binéfar que ha logrado mantener su volumen de negocio adaptando sus vehículos a las nuevas circunstancias. «Si la economía no se pone en marcha pronto acabaremos teniendo problemas», reconoce el propietario, Guillermo Sisqués.

Estos meses se han visto obligados a mejorar la limpieza y desinfección de sus vehículos, así como a invertir en productos como una máquina de ozono. «Es un gasto adicional al que hacer frente», señala, que se suma a la reducción de viajeros por servicio. Esto último al menos lo han podido compensar poniendo más buses en circulación. En La Litera pasaron unos meses muy malos de incidencia del covid, afortunadamente ya superados.

El sector del transporte de pasajeros, sobre todo el dedicado a los servicios discrecionales, se encuentra en una situación de vida o muerte. «No puede ser que decenas de empresas no puedan cobrar, vamos a ir a la ruina», alerta a la hora de pedir más implicación a las autoridades, especialmente al Gobierno de Aragón. d. ch.

JOSÉ LUIS MORÓN / TAXISTA

«Rescatan a los bancos y a los trabajadores solo nos ofrecen créditos»

NURIA SOLER

José Luis Morón, taxista de Zaragoza.

El problema que tienen los taxistas no va a tener nada que ver con el que se les avecina al año que viene. «Ahora aún podemos tirar de ahorros, pero cuando se nos agoten, ¿qué vamos a hacer?», se pregunta José Luis Morón, un taxista zaragozano y reincidente que lleva dos años al volante, después de haber ejercido la profesión en los 80.

Admite que el presente está siendo muy malo. Los meses de enero y febrero no fueron muy buenos comparados con otros años y la pandemia acabó por truncar sus esperanzas. José Luis ya piensa en el 2021 y no lo hace precisamente con esperanzas. «Las ayudas que nos dan son microcréditos. Parece que no se dan cuenta de que no podemos endeudarnos más porque el año que viene va a seguir siendo igual de malo y las familias estaremos económicamente peor que ahora. Esa oferta no nos sirve porque ya estamos con el agua al cuello», explica.

«Las pérdidas son más que tremendas», resume cuando se le pregunta al respecto. «Uno sale a trabajar a pérdidas, así es nuestro día a día. Sobre todo el que todavía está pagando la licencia del taxi, que son muchos. Esto es la ruina», lamenta este taxista que ve las cosas «muy negras».

«La incertidumbre es lo peor. Si supiéramos que nos quedan cuatro meses malos, intentaríamos resistir, pero la crisis de la que se habla ahora no tiene nada que ver con la que va a venir», repite. «Rescatan a los bancos y a los trabajadores no, que somos los que sacamos el país adelante. Esto no tiene sentido». c. g. s.

KARINA RAIMONDI / ACADEMIA INGLÉS

«Intentamos que todo esto no afecte a nuestros alumnos»

Una de las clases de Underground en Sabiñánigo adaptadas a la pandemia.

El sector educativo es uno de los más concienciados en la prevención del coronavirus. Una premisa que están aplicando hasta sus últimas consecuencias en la academia Underground de Sabiñánigo, en la que han ido adaptando y reinventado en cada una de las fases de la pandemia.

Karina Raimondi es la responsable de este centro educativo que ha hecho todo lo posible para no perder alumnos en estos meses. Y por ahora lo han conseguido, adaptando sus aulas a la educación a distancia siempre que ha sido necesario. Esto ha supuesto una inversión en materiales que han traducido en un aumento de las cuotas, una circunstancia que comparten con otros centros de la comarca del Alto Gállego. «Intentamos que a nuestros alumnos les afecte lo menos posible», asegura.

Lo único que no han podido solventar está en los servicios de extraescolares que ofrecían en los propios centros educativos. Esas clases se han perdido, algo que ha golpeado duramente a las academias que solo tenían esa vía de negocio. «Con las medidas de prevención no podemos acudir a los colegios», lamentan.

En Underground trabajan tres profesoras de inglés, como Virginia López (en la foto), inventando métodos para dar clases con alumnos presenciales y otros a través de las pantallas. Han tenido que hacer obras en las aulas para poder mantener las distancias, pero confían en mantenerse libres de contagios. Solo así podrán seguir haciendo su trabajo. «Estamos muy agradecidas a la colaboración y responsabilidad de los padres», destacan. d. ch.

YUDIT DÍEZ / TIENDA DE MODA DE EVENTOS

«La incertidumbre es total porque las reglas cambian día a día»

ÁNGEL DE CASTRO

Yudit Díez, en su tienda Misson, en la calle Don Jaime.

La cancelación de bodas y grandes celebraciones es uno de los sellos que lamentablemente va a dejar la pandemia. Lo saben de buena tinta los organizadores de eventos y los comerciantes especializados en este tipo de moda, como la tienda Misson Moda, en la calle Don Jaime de Zaragoza, donde desde el inicio de la pandemia viven con la incertidumbre de no saber si a sus clientes les van a cancelar las celebraciones pendientes. «La incertidumbre es total porque todo cambia casi día a día. Durante la primera fase de la pandemia y ahora, las celebraciones pueden modificar su aforo. Y, ¿qué pueden hacer los invitados si de un día para otro les dicen que la comunión tiene que pasar de 30 personas a diez? Es muy complicado», subrayó Díez. En su caso, trabajan con vestidos y trajes que en ocasiones requieren adaptaciones a medida del cliente, por lo que «no podemos hacer devoluciones, lo que sí hacemos son vales».

El punto positivo, aseguró, es que «la mayoría de las bodas no se está cancelando, sino aplazando, lo que hace que quienes habían comprado su vestido este año, lo han guardado para el próximo». Aún así, temen por el correcto desarrollo de los eventos el próximo año. «Es difícil saber qué pasará; hay gente que ha empezado a cancelar celebraciones del mes de marzo, pero esperamos que si empieza a funcionar pronto la vacuna, veamos algo de luz y nos daría un poco de aire». Como en otro comercios, el covid-19 ha derivado en un erte para adecuar la plantilla al volumen de trabajo. l. c. l.

DANIELA VERTER / EMPLEADA HOGAR

«Conozco gente que ha vuelto a Rumanía por falta de trabajo»

el periódico

Daniela (a la derecha), con una de sus hijas.

La crisis del coronavirus ha dejado en evidencia los problemas que sufren algunos colectivos, como es el caso de las empleadas del hogar. Daniela Venter, de 60 años y de origen rumano, es una de las 10.600 mujeres que ejercen este trabajo en Aragón de forma legal al cotizar en el régimen especial de la Seguridad Social.

«Al principio de la pandemia, el confinamiento me afectó bastante porque perdí varias casas», explica. Fue una constante en el sector, donde muchos empleadores prescindieron de este servicio como medida de prevención ante los contagios. A pesar de ello, asegura que en aquellos meses «se portaron muy bien conmigo» y, en algunos casos, «me pagaron sin ir a limpiar».

Pasado ese bache, Daniela ha recuperado el nivel de horas de trabajo que tenía antes de que estallara la crisis sanitaria, gracias en parte al asesoramiento y apoyo del servicio para empleadas del hogar de UGT. Es más, dice sentirse «afortunada». «No me puedo quejar viendo como están las cosas. Hay personas de mi país que no han trabajado cuatro o cinco meses ni han recibido ayudas o les han llegado tarde. Conozco gene que ha vuelto a Rumania por falta de trabajo», asegura.

Tiene tres hijos (dos viven en Rumanía) y lleva 17 años en España, en concreto, en el barrio zaragozano de Las Fuentes, donde se siente muy bien acogida. De lo que sí se lamenta es de la desprotección de su colectivo laboral: «Cotizamos pero apenas tenemos derechos. No es justo. Esto tiene cambiar». J. H. P.