Dicen los que se dedican al mundo de los eventos que su sector es uno de los más perjudicados por la crisis del coronavirus. Es un mantra repetido muchas veces, pero en su caso aportan razones. No es que hayan tenido que lidiar con reducciones de aforo o con horarios limitados, es que simplemente apenas ha habido bodas, comuniones ni nada semejante. En el 2020, los que viven de este negocio, pusieron sus miras en el 2021 pero conforme pasan las semanas el miedo a otro año en blanco, que no de blanco, se incrementa.

«Mucha gente que tenía reservas para marzo, abril y mayo ya está dando la espantada. Los de junio y julio nos llaman de momento no muy preocupados, pero preguntando por información. Nosotros intentamos tranquilizarlos porque esperamos que, a partir del verano, sobre todo, podamos celebrar eventos con cierta normalidad», explica Marta Bas, que gestiona la finca Torre del Pino, en San Juan de Mozarrifar. El problema, cuenta, es que «una boda no se organiza en dos días» y por miedo a que las circunstancias de la pandemia cambien mucha gente está retrasando sus celebraciones, a pesar de que Bas asegura que, «cumpliendo con la normativa», se pueden organizar bodas con un resultado «fenomenal», como ya ocurrió en octubre.

La mayoría de las fiestas nupciales del 2020 se movieron a fechas del 2021 o, incluso, del 2022. «Nosotros tratamos de dar todas las facilidades», asegura Bas, que explica que muchas parejas, a pesar de las restricciones, no quieren retrasar más su fiesta. «Y nosotros lo agradecemos, porque necesitamos trabajar», añade. Por el momento, en marzo ya no tienen casamientos planeados, los han retrasado, y en abril, dos bodas. A partir de mayo la agenda se empieza a llenar. «Tenemos bastantes eventos programados pero, conforme pasan los días, aumenta la inseguridad de la gente», dice Bas. Su labor, además de organizar, se basa también en tranquilizar.

En la misma línea se manifiesta uno de los responsables del grupo La Bastilla, José María Lasheras. «Vivimos en un sufrimiento constante. Estamos pendientes de lo que va a ocurrir en las próximas fechas, pero no nos podemos permitir un año igual que el pasado», explica Lasheras, cuyo grupo gestiona varias fincas en Zaragoza y alrededores. En el 2020 solo realizaron un 15% de los eventos previstos. «Gran parte de las fechas» se movieron al 2021, pero la gente está de nuevo «muy nerviosa», sobre todo los que tenían reservas en marzo y abril. En marzo tienen «bastantes bodas» pero a estos clientes les ofrecen alternativas de antemano por si pudieran surgir imprevistos.

«Hay una tendencia generalizada a mover los planes hacia el verano, que es cuando se espera que la situación se normalice», explica Lasheras y, por el momento, su objetivo es el de aguantar. «Somos los primeros que tenemos que transmitir optimismo», añade. A partir de mayo es cuando empieza la temporada fuerte que consta de 22 sábados hasta octubre. En La Bastilla todavía tienen fechas libres, sobre todo los viernes y domingos, que son días que los novios no suelen escoger para sus celebraciones. «El problema es que se buscan días concretos», explica, por lo que encajar el puzle con el covid de por medio se hace complicado.

«Aunque el año pasado se pospusieran muchas bodas este año no vamos a trabajar el doble. Ojalá. Hay gente que está cambiando eventos ya para el año 2022 y nosotros no nos podemos permitir otro año en blanco», cuenta este responsable del grupo La Bastilla.

Otros negocios

En las tiendas de vestidos de novia y de fiesta la perspectiva es algo diferente y, por el momento, según los pedidos que manejan, este va a ser un buen año. «Tiene que serlo», más bien, puntualizan Begoña y Pilar Muñoz, de la tienda SiSinia Novias, en la calle Don Jaime. Si este año no recuperan las pérdidas del pasado muchos negocios estarán abocados al cierre. En este establecimiento ya están probando a las novias los vestidos que lucirán en marzo. «Esperamos que en primavera haya menos contagios y todo vaya bien», cuentan las dos, que se muestran confiadas con respecto a esta temporada. Tienen previstas unas 250 bodas, el doble que un año normal. «Estamos dispuestas a trabajar todos los días de la semana y de noche si hace falta, hay que recuperar lo perdido», añaden.

Izaskun C. es una de las aragonesas que tuvo que posponer su boda el año pasado, programada para septiembre. Entonces firmó los papeles y comió con sus familiares más cercanos, pero tiene pendientes la boda que siempre ha soñado, que será este septiembre. «Por el momento estamos bastante tranquilos. Hay 100 invitados y queremos que sean esos 100, por eso no nos hemos casado hasta ahora. Los meses pasan muy rápido y tenemos muchas ganas. En tiempos así una boda siempre es una noticia alegre y queremos compartirlo», zanja.

Las parroquias y el ayuntamiento ya se preparan

El Ayuntamiento de Zaragoza tiene ya 103 reservas para realizar bodas este año, cuando el pasado solo celebraron 75, un 50% menos de lo que suele ser habitual. Desde el servicio de Protocolo del consistorio explican que, aunque la pandemia se está notando, este año esperan alcanzar los 150 eventos, aunque todavía quedan muchas fechas libres. En las parroquias, por contra, se están centrando en las comuniones, las cuales el año pasado no pudieron celebrarse en su mayoría. En el Carmen de Zaragoza, por ejemplo, ya tienen guardados los cuatro fines de semana de mayo (para grupos pequeños) y en Santa Rita, su párroco, Ángel explica que cumpliendo con las limitaciones las iglesias son lugares seguros.