Justo después de que uno de los dos únicos partidos con posibilidad de gobernar España (el PSOE) decidiese, recién llegado al poder, derogar un Plan Hidrológico que consagraba el trasvase del Ebro, un 47,3% de los aragoneses sigue pensando que tarde o temprano la amenaza sobre nuestro río tótem volverá a plantearse. No nos hemos librado de la maldición. O por lo menos la mayoría de los entrevistados para el barómetro de verano de la DGA no se lo cree. Supongo que esta suspicacia e incredulidad de los aragoneses no es consecuencia de ningún imborrable mensaje genético, sino más bien de la jodida experiencia que arrastramos en nuestra compleja relación con el Poder central. Durante decenios, desde Aragón no se ha dejado de halagar, contentar y bienentender a los gobiernos de España, pero al mismo tiempo se teme (con razón) a dichos gobiernos y se desconfía de ellos. Somos como viejos gatos escaldados, una y otra vez por un amo sadico, y ya nos parece tibia hasta el agua de los cubitos de hielo. En todo caso, viendo esos barómetros que le preparan al presidente Iglesias, parece obvio que la opinión pública aragonesa es incrédula por lógica, pero también lo es porque maneja estereotipos absolutamente clásicos (incluso caducos) y no parece capaz de sustraerse a ellos. Por ejemplo, aquí seguimos considerando a los catalanes los más listos de la Península Ibérica, no sólo porque reconocemos su tradicional superioridad a la hora de hacer negocios y resolver las cuestiones políticas, sino porque les hemos consagrado en tal papel por los siglos de los siglos. En realidad, Cataluña (abotargada y una miaja descompuesta tras tanto tiempo bajo la férula de CiU) ya no es tanto la comunidad innovadora, activa y culta que fue, sino que arrastra serios problemas estructurales con los que ahora chocan las buenas intenciones del Tripartito .

Muchos de los nuestros piensan que el trasvase del Ebro ha fracasado (de momento) porque se ganó la oposición de las fuerzas políticas catalanas ascendentes; que si hubiese tenido que ser por los cuatrocientos mil aragoneses que salimos a protestar, ya estarían echando la tubería hasta los campos de golf del inmobiliario Levante. Yo creo que no ha sido así; que Aragón ha jugado fuerte esta vez... y ha ganado. Pero la gente, escarmentada, aún no acaba de convencerse. Tengan paciencia, señores jefes.