Independiente hasta de sí mismo, un verso suelto dentro del Partido Socialista, así se le considera al alcalde Juan Alberto Belloch (PSOE), quien tras once años al frente de la alcaldía de Zaragoza, la quinta ciudad más grande de España, hoy anuncia que no repetirá de candidato.

Su interés en facilitar el proceso de primarias ha sido el argumento. Su renuncia no ha sorprendido en su ciudad, como tampoco hubiera ocurrido si hubiera decidido lo contrario, ya que ha sabido mantener la incógnita hasta que él mismo la ha querido despejar.

Nacido en Mora de Rubielos (Teruel), juez y político de raza, a sus 64 años, ha decidido retirarse de la batalla municipal. Su tarea como alcalde no ha sido fácil, teniendo en cuenta que en ninguna de las legislaturas en las que ha gobernado lo ha hecho con mayoría absoluta y especialmente en estos últimos cuatro años cuando el PSOE no fue la lista más votada.

Complicada ha sido esta legislatura, primero porque tenía la "sensación" de no contar con el respaldo de la Ejecutiva federal, pese a haber tenido la habilidad de conservar una de las alcaldías más importantes del país; y, segundo, por la complejidad a llegar a acuerdos con los grupos que le apoyaban en el Gobierno, CHA e IU. Así por ejemplo ha tenido que ver incluso cómo uno de sus ediles, Raúl Ariza (IU), asistía a una manifestación de trabajadores de la empresa concesionaria de parques y jardines de Zaragoza, en la que se pedía precisamente su dimisión.

Fue uno de los fundadores de Jueces para la Democracia. Saltó a la política nacional en 1993, cuando fue nombrado por Felipe González ministro de Justicia. A raíz de la dimisión de Antoni Asunción tras el escándalo generado por la fuga de Luis Roldán, ex director de la Guardia Civil, ocupó también la cartera de Interior. Dos ministerios que siempre defendió que deberían ir unidos.

Culto e inteligente, Belloch es un político que ha ido un poco por libre y también ha presumido de ello, lo que le ha generado no pocos enemigos dentro de su propio partido.

Un hombre de carácter, que no ha dudado en decir lo que le parecía correcto. Su tesis principal es que un alcalde está por encima del partido y gobierna para toda la ciudad. De acuerdo con ello, no ha dudado en nombrar una calle de Zaragoza, José María Escrivá de Balaguer, sin unanimidad de los grupos, porque "a un hombre no se le pone por consenso una calle, sino por méritos, y un santo tiene méritos, nada menos que eso, ser santo".

También, defendió mantener el crucifijo en el salón de plenos en el Ayuntamiento de Zaragoza mientras él fuera el alcalde y obtuviera los votos suficientes para ello, porque "además de ser una obra de arte llevaba en ese espacio desde el siglo XVIII".

Elegido por primera vez en 1998 candidato por el PSOE a la alcaldía de Zaragoza, Belloch perdió en 1999 las elecciones, cuando Luisa Fernanda Rudi encabezaba la lista del PP. En 2003 tomó posesión como regidor de la ciudad, cargo que ha mantenido hasta la actualidad y que piensa ocupar hasta el último día de legislatura.

De profesión juez, amante de las tertulias, de la política nacional, Belloch considera que hay dos cosas con las que los partidos políticos "no se pueden permitir ninguna broma": terrorismo e integridad territorial.

También saltó en su día a las revistas del corazón a raíz de su romance con la que es su esposa desde 2002, la pianista y presentadora Mari Cruz Soriano.

De su gestión municipal, la expo 2008 y el tranvía de la ciudad constituyen su principal legado.