Guetización urbana y escolar. Este es el nuevo concepto que se utiliza para hablar de las consecuencias que tiene la agrupación de la población migrante en unos pocos barrios por la falta, entre otras razones, de políticas sociales y de integración. Este fenómeno tiene muchas consecuencias, ya que estas zonas suelen acabar convirtiéndose en barrios marginales, pero donde unos lo ven como un problema, otros ven en la interculturalidad una gran oportunidad.

En Zaragoza, el 18,2% de los residentes es de origen extranjero. Se concentran principalmente en los barrios tradicionales, según el último informe sobre los Indicadores de bienestar de la Infancia y Adolescencia en Zaragoza del 2019 elaborado por la Asociación Ebrópolis. En su estudio advierte del «riesgo» que supone la concentración de alumnos de origen extranjero en determinadas zonas de la ciudad y recomienda que se trabaje para lograr «una distribución más equilibrada» entre barrios, pero también entre los centros públicos y concertados.

Según este mismo informe, el alumnado de origen extranjero ha aumentado en los dos últimos cursos, rompiendo la tónica descendente. Así, ha pasado de representar el 11,92% del total de estudiantes en el curso 2017/2018 al 12,49% en el del 2018/2019. Los barrios en los que hay más población migrante y por tanto más alumnos son los consolidados, como Delicias, Oliver-Valdefierro, Miralbueno, Torrero o el Casco Histórico, todo lo contrario de lo que sucede en los barrios rurales, Distrito Sur, Casablanca o parte de Universidad.

Otra de las diferencias más notables se aprecia en el tipo de enseñanza. Solo un 7,1% opta por un colegio privado, mientras que el 36,7% estudia en uno concertado y la mayoría, el 56,2% recurre a la enseñanza pública y gratuita, accesible para todas las familias independientemente de su renta.

En uno de estos centros, el 52% de las familias que lleva a sus hijos a clase son inmigrantes, principalmente de Marruecos, y el 41% de etnia gitana. Son ejemplo a nivel mundial por haber sabido ver «una oportunidad» donde la mayoría ven un problema. Se trata del colegio público Ramiro Solans, en el barrio Oliver, donde hace 20 años la tasa de absentismo era del 95%. Ahora la tasa de éxito es del 75%, con el mismo perfil de estudiantes. Conseguirlo ha costado y ha exigido mucho trabajo que se ha basado en mejorar la autoestima de sus alumnos y en hacerles entender tanto a los escolares como a sus familias que la escuela es necesaria para acabar con la desigualdad, dignificar a las personas y tener oportunidades.

Así lo resume Rosa Llorente, la directora del centro y responsable del proyecto Entre todos con el que pretendieron acabar con los estereotipos de los guetos escolares. «Nuestra propuesta no era romper el gueto, era ver la diversidad como una oportunidad para enriquecernos, no como un problema».

Lo primero que hicieron fue escuchar a las familias e involucrarlas en la vida del centro, de manera que han sido partícipes de charlas, cursos y talleres y han comprendido la importancia de la escuela. En cuanto a los alumnos, les han enseñado a valorarse y a comprender que tienen un futuro prometedor, además de a convivir, ya que hace unos años había serios problemas entre religiones. Este colegio es uno de los ocho centros del mundo que forman parte de la red de Escuelas Changemaker de Ashoka, que premia a los centros que han reducido «drásticamente» el fracaso escolar con métodos rompedores aplicando metodologías de aprendizaje mediante el servicio a la comunidad.

Atajar el problema del absentismo escolar era un gran reto que han salvado en este cole, pero en Aragón se ha incrementado en un 11,3% desde el curso 2016/2017, según Ebrópolis. La tasa de abandono escolar prematuro mejoró en el curso 2018/2019 hasta situarse en el 14,6%, por debajo de la media española (17,3%). Aun así, está muy lejos del objetivo europeo, que la sitúa en el 10%. Los chicos abandonan antes y más, un 20,7% lo hacen, frente al 8% de las chicas.

Los datos educativos tampoco son muy halagüeños y están por debajo de la media española. Tiene que ver que el gasto público en educación es más bajo que la media nacional (3,3 frente al 4,23%), aunque ha mejorado.