Ahmed apenas puede trabajar sus tierras. Entre ellas y su casa han levantado un muro que lo impide. Su hijo tuvo que esperar ayer más de tres horas para cruzar al otro lado; donde está la escuela. Y hace unos días, su primo se vio obligado a dormir a la intemperie. Los soldados del Ejército Israelí no le quisieron abrir la puerta que da acceso a su pueblo.

Esta sólo es una de tantas familias palestinas arrancadas de cuajo desde que el Gobierno de Sharon decidiera construir un muro de 640 kilómetros en Cisjordania. Como una medida defensiva, dicen. Para evitar la entrada de terroristas, aseguran. Pero resulta que hay palestinos, como Ahmed, que no quieren poner bombas. Que sólo pretenden plantar patatas para dar de comer a sus hijos.

Para luchar contra lo que ellos consideran "una vulneración constante de los Derechos Humanos", Pablo, Chabi y Víctor, tres aragoneses de Alternativa Antimilitarista, están participando, junto a más de un centenar de personas, en la Marcha por la Libertad en Palestina . La campaña, que comenzó el pasado 30 de julio en Jenin y terminó ayer en Jerusalén, pretende, en palabras de Pablo, "acercar la realidad palestina a nuestra sociedad y romper el aislamiento al que está sometida la población civil en los territorios ocupados".

Esta marcha antiviolenta ya ha cosechado algunos éxitos. El pasado cinco de agosto se concentraron en una de las puertas del muro para exigir la puesta en libertad de un muchacho de quince años, que había sido detenido mientras trabajaba en el campo con su padre, con la acusación de haber tocado la verja. "Estuvimos delante de la puerta más de dos horas. Hubo momentos de tensión, pero al final se negoció con el Ejército y lo dejaron libre. Hay que decir que la presencia de las agencias internacionales influyó mucho. ¡Fue todo un éxito!", reconoce Pablo.

Para los tres aragoneses, las intenciones que persigue el Gobierno de Sharon con la construcción del muro son evidentes: que a fuerza de represión, los palestinos se cansen y decidan por sí mismos abandonar sus tierras. "De esta forma la imagen de cara a la opinión pública mejoraría considerablemente. Lo que estamos comprobando aquí es algo que ya sabíamos. El muro sólo es un pretexto para seguir ocupando territorios de forma ilegítima", manifiesta Chabi.

Pero las sensaciones que van cosechando los activistas a lo largo de su peregrinaje no parecen indicar que los palestinos vayan a rendirse tan fácilmente: "Los lugareños --explica Chabi-- nos animan y nos agradecen lo que estamos haciendo. Hay muchos palestinos que nos acompañan de forma continua y otros que recorren pequeños trayectos. Algunos tienen miedo de volver solos a su pueblo por temor a las represalias y nos piden que les acompañemos".

Es lógico. Los palestinos que viven en los territorios ocupados sufren constantes cortes de luz y de agua. Encarcelamientos injustificados. Cuando juegan con la vida de tus hijos, el miedo se convierte en un muro demasiado alto. Imposible de saltar.