La red de carreteras autonómicas se extiende a lo largo de 5.600 kilómetros, más distancia de la que hay entre Zaragoza y Moscú, que son 3.887. Su mantenimiento y construcción precisa de grandes inversiones, sobre todo por la cantidad de yesos que existen en los suelos aragoneses y el alto coste del betún, que depende del precio del petróleo, y es un material insustituible.

El laboratorio de carreteras del Gobierno de Aragón vigila y estudia el estado de las vías en la comunidad autónoma y realiza también controles de calidad en las obras de rehabilitación y construcción.

Pero es además centro de referencia en el que se analizan ensayos para determinar los materiales y productos, avances y nuevas tecnologías para que «impliquen menos impactos medioambientales», según afirma su directora, Pilar Mañas.

Nuevos materiales

En este laboratorio se realizan investigaciones pioneras en reciclaje mixto que consiste en no quitar la mezcla antigua de la calzada, transportarla al vertedero y traer otra nueva, reciclando in situ el material y mezclándolo con otros nuevos. Todo ello «supone un menor impacto en CO2, y un ahorro económico y energético importantísimo», afirmó el consejero de Vertebración, Territorio, Movilidad y Vivienda, José luis Soro, en su visita de ayer al laboratorio. «En Aragón hemos sido pioneros. El primer reciclado que se hizo en España fue en Fuenfría, en el año 2006, pero además acabamos de hacer una obra de referencia de la que estamos satisfechos, en Cariñena, utilizando las últimas técnicas de reciclado» añadió.

«La tecnología de los materiales avanza tanto en emulsiones como en betunes con el fin, sobre todo, de hacer la rodadura más confortable, que cuando se circule con el coche ni ocurra un aquaplaning ni un deslizamiento, confortable y segura», explicó Mañas.

Recorrer los espacios del centro es encontrarse con catas extraídas de las diferentes carreteras, para analizar el estado de la mezcla bituminosa, por ejemplo. O ver cómo una máquina con dos rodillos presiona una y otra vez una muestra de asfalto para probar la resistencia a las rodadas de los vehículos. E incluso, otra donde se extrae el betún de la mezcla para separarlo de los materiales terrosos.

Aunque quizás lo más curioso, es el pequeño habitáculo donde se examinan en el microscopio, las miles de microesferas de vidrio que se echan tras el pintado de la señalización horizontal: «Se extienden encima de la pintura como reflectantes, en dosis determinadas. Y han de ser totalmente redondas para que rebote la luz, así que se revisan, una por una, en el microscopio, y se desechan las que no son totalmente esféricas», explica Mañas. Existen una normas nacionales sobre el valor que deben tener para una correcta reflexión y el año pasado fueron modificadas, bajando los índices, «pero en Aragón hemos querido mantener los antiguos niveles, más altos, que reflejan mejor la pintura en nuestras carreteras», explicó Mañas, pues sobre todo cuando hay niebla, es imposible la retrorreflexión. Desde el laboratorio también se emiten recomendaciones para adaptar la normativa estatal a las características de Aragón, por la cantidad de yesos de nuestros suelos, y soluciones técnicas más óptimas.

«Nos sentimos especialmente orgullosos de esta instalación que funciona como laboratorio de referencia en funciones de control de calidad y supervisión», concluyó el consejero.