Hace unos años, en la Feria Internacional del Libro de Frankfurt, Cataluña fue la Comunidad invitada. Algunos de los escritores presentes nos quedamos atónitos con la selección de autores. Ningún escritor que, viviendo en Cataluña y escribiendo en castellano, como Eduardo Mendoza o Juan Marsé, había sido invitado. La Generalitat desplazó a los suyos, que escribían, claro, en catalán. Con un problema de difusión: no los conocía nadie.

Ayer, el president Puigdemont debió quedarse nuevo al leer el Manifiesto de los intelectuales contra su fascistoide y antidemocrático plan independentista. Están todos, Millás, Cercas, Serrat, Boadella, Marsé, Mendoza, Paredes, Coixet... y con toda seguridad otro millar largo, miles de artistas, músicos, poetas, dramaturgos o creadores lo firmarían contra las burdas maniobras del president y del Parlament...

Frente a ese caudal de talento, generosidad, honestidad, frente a todas esas trayectorias artísticas ligadas a una concepción democrática y plural de la la izquierda política, ¿que encontramos enfrente?

Pues a un Carlos Puigdemont cuyos mayores méritos no pasan de haber sido comisario político y mercenario agente periodístico de esa Generalitat enferma de mesianismo de Artur Mas. Puigdemont no se ha presentado nunca a la presidencia. La ocupa a dedo, porque lo nombró su partido, la corrompida CiU del 3%, por imposición de la CUP.

El número dos, Oriol Junqueras, nunca ha ganado las elecciones a la Generalitat. Su partido, Esquerra, no tiene el menos empacho en gobernar con la pequeño--burguesía pastoreada por el clan de los Pujol. Intelectualmente, Junqueras es irrelevante. Un político más, tirando al medio pelo, que ha encontrado, como Puigdemont, en la independencia un argumento único y excluyente para medrar.

Para terminar, estos dos títeres están apoyados por la CUP, de inspiración anarquista y dudosa fe democrática. Un partido-bomba que pretende invertir el orden para instalarse en el poder.

Y esto, más las ambiguedades de la señora Colau, es todo lo que hay.

Frente a tan pobre alineación, los intelectuales cierran filas en favor, no de Mariano Rajoy ni del PSC de Iceta, hoy en franco retroceso de sus veleidades nacionalistas, sino con la libertad, la transparencia y la solidaridad. Francamente, me quedo con ellos.