Las noticias contradictorias sobre la investigación que sigue la Policía por el asesinato del político aragonés Manuel Giménez Abad, y que alcanzaron un punto culminante la pasada semana con la intoxicación informativa provocada por el presunto etarra Ibon Urrestarazu, han provocado en la opinión pública confusión sobre la autoría del crimen. Desde que ocurrieron los hechos el 6 de mayo del 2001, se ha atribuido a cinco presuntos comandos.

La detención de centenares de miembros de la banda (cerca de 200 sólo en el 2003) y la caída de nueve jefes de ETA no han contribuido a esclarecer los hechos. De las esperanzas generadas la pasada semana por la confesión de Urrestarazu se ha pasado a la frustración. La investigación vuelve a estar en vía muerta.

Las expectativas de un pronto esclarecimiento de los hechos, alentadas por algunas declaraciones políticas, han contribuido a desorientar a una opinión pública que ha visto desfilar a una serie de sospechosos en los últimos tres años y medio.

SOSPECHOSOS Pocos días después del crimen ya se lanzaron los nombres de los primeros sospechosos, Jorge Olaiz Rodríguez y Garikoi Azpira Rubira, una presunción que sólo se sustentaba en que ambos, antiguos miembros de la kale borroka , llevaban un año huidos y tenían la misma edad que el autor material del asesinato.

La detención de Nerea Garaizar en diciembre de ese año resultó otro fiasco. Se comprobó que sólo había estado en Zaragoza una vez, en el 2000, y permaneció pocos días.

Ese mismo mes se especuló con que el autor podía ser uno de los tres miembros del comando itinerante que consiguió eludir su detención en Francia, formado por Ismael Berasategui, Xabier Zabalo y Ainhoa Barbarín. Sin embargo, no se dispone de ningún dato que pueda confirmar su participación en los hechos.

La utilización de la misma pistola que se empleó para matar a Giménez Abad en el asesinato del jefe de la Policía Local de Andoaín, Joseba Pagazaurtundua, el 8 de febrero del 2003, fue relacionada también con el atentado en Aragón. La detención de algunos etarras por su presunta participación en este atentado no ha aportado ninguna pista creíble.

El pistolero de Andoaín tenía alrededor de 40 años, según los testigos, y el que actuó en Zaragoza entre 23 y 25. Además, la localización de la pistola poco puede aportar a la investigación, ya que la banda terrorista reutiliza su armamento.

Según fuentes de la lucha antiterrorista, el arma, una pistola checa HS de 9 milímetros parabellum, marca Sellier Bellot, que la banda terrorista compró en Croacia, habría sido devuelta tras el crimen a la dirección de ETA en Francia para volver a emplearla en otro atentado, según la práctica habitual de esta organización criminal.

Las sospechas policiales se orientaban el pasado mes de octubre a un supuesto comando navarro, cuyos miembros no han sido identificados hasta el momento, y se apoya en la proximidad geográfica de su campo de operaciones con la comunidad aragonesa, una base poco sólida pero que aún se ha descartado.

El episodio protagonizado por Urrestarazu llevó a la creencia de que se había desarticulado otro comando hasta ahora desconocido por la Policía, pero todo ha resultado una invención del detenido para desorientar a los investigadores.