Cuanto más oigo hablar del 11-M más alucino. Porque para empezar soy de los que no entienden qué demonios se está investigando al respecto en el Congreso de los Diputados. Veo allí sentados muy serios a Labordeta (que cada vez está más prócer y más señor) y los demás, pero no acabo de comprender el objeto de los interrogatorios. Tampoco sé a dónde quieren llegar sus señorías, y en particular los del PP. Entre el 11 y el 14 de marzo España vivió un drama televisado, radiado y escrito cada día en los diarios. ¿Qué más cabe agregar a una de las páginas más obvias y diáfanas de nuestra reciente historia?

Yo le doy la razón al expresidente Aznar cuando afirma que el resultado electoral del 14-M estuvo mediatizado por la masacre cometida tres días antes. Nadie mejor que don José María para saber lo que todos sabemos: que una vez sucedidos los atentados el Gobierno (el de entonces) entendió que, si la barbaridad correspondía a ETA, podía revalidar una mayoría absoluta que en todos los sondeos serios se la daban por perdida; pero, si habían sido los islamistas, apaga y vámonos, porque la guerra de Irak y todos los cataclismos volverían a primer plano. Por eso Aznar y los suyos, obcecados sin duda y llevados por la soberbia que dan cuatro años de poder omnímodos, decidieron mentir y administrar la mentira hasta el final. Para ganar las elecciones, claro; para qué si no.

Si en aquellos trágicos e intensos días Aznar, Acebes y Zaplana hubieran sido la décima parte de lo listos que creen ser, habrían dicho la verdad, convocado una mesa de partidos, compartido el protagonismo con todas las fuerzas, convocado las manifestaciones conjuntamente y manejado con humanidad y sentido común la espinosa situación. Es seguro que en tal caso el castigo de los votantes hubiera sido menor. Pero se creyeron capaces de aguantar más de 72 horas una información que se escapaba a borbotones por los medios extranjeros y por los nacionales que no estaban enfeudados con el Gobierno y el PP; una información que galopaba sin control por internet y el móvil. Ellos, vosotros, éstos y aquellos saben que así fue. Todos lo vimos. Sin secretos.