Cabía imaginar que, tras el tropezón electoral, el Partido Popular y sus intelectuales orgánicos irían dándose la vueltecita, así como quien no quiere la cosa, hasta completar no diría yo un giro político de ciento ochenta grados, pero sí de ciento veinte o de noventa... o aunque sólo fuese de sesenta, que es ángulo agudo mas ángulo al fin y al cabo. Sin embargo, nada de nada. De momento el PP, sus jefes y sus cuadros se han parapetado tras el PHN y la guerra de Irak. Desde esa delgada línea azul reclaman a gritos el trasvase del Ebro y protestan airados porque las tropas han de volver de Nayaf y Diwaniya.

Lo irritante de esta actitud radica en la contumacia de las argumentaciones conservadoras y en cómo, para defender lo indefendible, se retuercen los argumentos hasta convertir los hechos y sus circunstancias en una especie de alucinación. Por ejemplo, cuando ahora aparecen las derechas de Valencia y Murcia reclamando un agua que ya han hecho suya aunque fluya a cientos de kilómetros de su territorio. Camps y Valcárcel se hacen los perjudicados (¿de qué?), piden diálogo donde ellos venían imponiendo la ley del embudo y hablan del Ebro como si se tratase de un río de quita y pon sobre el cual ni aragoneses ni catalanes tenemos derecho alguno. Tan impúdica osadía, por cierto, ilustra bastante bien lo que hubiera pasado si esa transferencia intercuencas llega a hacerse realidad: que rápidamente la exigencia de agua (para todos... los campos de golf) habría desbordado las previsiones iniciales, especialmente en años de sequía. El paseo militar , que dijo Cañete.

De la guerra, ni les cuento. Me entran vértigos cada vez que escucho o leo esa falacia según la cual yéndonos de Irak debilitamos el frente antiterrorista. ¿Antiterrorismo? ¡Por amor de Dios!, ¿pero de qué estamos hablando? Aquella aventura bélica es hoy una causa perdida, una chapuza sangrienta que solo cabe reparar modificando radicalmente las actuales estrategias. Allí no se lucha contra el terror, ¡se fabrica terror! Lo único que puede hacer España es salir de donde jamás debiera haber entrado. En este asunto Aznar deja una herencia inaceptable.

(Continuará)