--¿Es usted de vocación tardía?

--No, al contrario. Soy hijo único y mi madre cayó enferma, así que con 12 años me encargué de cocinar. Y vi que me gustaba. En cuanto pude me trasladé a la escuela de hostelería de Madrid.

--¿Allí se dio cuenta de que la cocina era su expresión?

--Al principio simplemente tratas de aprender. Al acabar la escuela entré en las cocinas del hotel Ritz y allí descubrí otra dimensión, la cocina profesional, con un cocinero francés y vi que era una forma de expresión.

--¿Por qué eligió Santander como destino profesional?

--Porque me encontré con Pedro Larumbe que me convenció para que me fuese de chef al restaurante El Molino, con una estrella Michelín.

--¿Está resistiendo la restauración la crisis?

--Hemos de reinventarnos. Hemos llegado hasta aquí con unas maneras de trabajar y ahora hemos de ofrecer otras cosas. Los cocineros estamos bajando a tierra, personalizando los locales, diversificando la actividad. En ese tránsito ha quedado gente en el camino, es lógico.

--He pasado por el departamento de libros de unos almacenes y la sección de libros de cocina era inmensa.

--Es posible. Antiguamente solo escribían libros algunos cocineros, pero ahora hay muchos otros. Incluso muchos famosos se lanzan a escribir sobre cocina.

--¿Y eso es bueno o malo?

--Bueno, nos ha venido bien. Nos ha situado a los cocineros como líderes de opinión...

--¿Pero no puede ser engañoso que los coloquen a la misma altura que un astro del deporte?

--Es cierto; la gente desconoce la parte de sacrificio que supone estar en una cocina. El oficio tiene poco que ver con lo que se proyecta en la tele, es algo muy duro y sacrificado.

--Hablamos de esos programas de televisión donde todos quieren ser cocineros.

--Los sigo habitualmente y están muy bien. Son positivos porque acercan el trabajo del cocinero al gran público...

--¿Es cierto eso que vemos en Pesadilla en la cocina?

--Conozco a Chicote desde hace años y hay que reconocer que eso existe. Mucha gente en un momento de su vida, no sabía qué hacer y montó un bar o un restaurante. Y con el tiempo todo se ha puesto en su sitio.

--La cocina se ha convertido en un reclamo fundamental.

--Sí, a la altura de otras actividades de ocio. Mucha gente se mueve para comer bien. En Santander tenemos unas excelentes ofertas con varias estrellas Michelín.