El economista José Antonio Herce San Miguel ejerce como director asociado de Analistas Financieros Internacionales. Esta pasada semana pronunció en Zaragoza la conferencia ¿Pagarán los robots nuestras pensiones? en la que defendió la revolución tecnológica como garantía para mejorar la planificación financiera. La charla se enmarcó en el homenaje a Francisco de Llobet Collado (1954-2018) que fue consejero de Ibercaja Pensión.

-¿Las nuevas tecnologías podrán frenar el proceso de despoblación al que se enfrentan un buen número de territorios en España?

-En materia de tecnología, despoblación y medio rural siempre he defendido el lema de que más vale la banda ancha que la vía estrecha, haciendo referencia esto último al despliegue de la alta velocidad por todas las capitales. El AVE puede ser un modelo de movilidad masiva para conectar grandes zonas de población, pero no tiene que llegar a todos los sitios. En muchos casos estropearía valores muy superiores de las zonas rurales. Y además no encontraría población suficiente a la que servir. La apuesta tiene que ser por la tecnología como tal. Gracias a ella se acortan las distancias y se facilita el teletrabajo, sobre todo a la hora de prestar servicios en red. Mucha gente no quiere vivir en ciudades y prefieren lugares que por su belleza y armonía les ofrezcan un valor añadido.

-¿En qué medida los robots, como usted los llama, cambiarán la situación laboral actual?

-El término robot se usa siempre con una cierta ironía. No son brazos articulados ni personajes que pegan saltos. El robot es el software que resuelve en una porción de tiempo las tareas que antes requerían una tropa de administrativos durante varios días. Y es evidente que no pagarán las pensiones, pero liberará una capacidad humana enorme. No tenemos que alarmarnos al pensar que esa gente quedará ociosa, pues esos recursos humanos se pueden dedicar a tareas más avanzadas. Pero para eso es necesario que estemos debidamente formados. Los robots podrán hacer casi todo, pero nos corresponde a nosotros controlar ese proceso y sacarle provecho. Eso también pasa por el régimen impositivo.

-En esta línea propone una fiscalidad diferenciada para las zonas más despobladas.

-En este caso la idea busca beneficiar a las personas que ya viven en el territorio. Si se beneficiasen de un tratamiento fiscal diferenciado, de una discriminación positiva, aguantarían más en los pueblos en los que ejercen su trabajo. Además estarían más felices porque tendrían más capacidad de gasto y de compra. Sabemos que no es fácil argumentar a favor de esta propuesta porque en otros territorios no se daría el mismo trato, pero se tiene que pensar a largo plazo. Si queremos que el 60% de España no se despueble habrá que tomar este tipo de medidas. El estímulo fiscal es directo e inmediato.

-¿El envejecimiento de la población dificulta la planificación financiera?

-El envejecimiento es un elemento que, paradójicamente, ayuda al mantenimiento de la población en las zonas de baja demografía. Y no porque no puedan moverse, pues la mayoría podría decidir vivir en otro sitio. La razón principal es que tienen el derecho adquirido a recibir una pensión. De este modo, las rentas de los ciudadanos de esta España despoblada están garantizadas. No porque en esos pueblos vivan jóvenes que paguen sus pensiones, sino porque la hucha de las pensiones tiene una caja única. Las personas mayores que tienen una pensión merecida la cobran porque la pagan los afiliados de cualquier otra parte del Estado: tanto las ciudades como las provincias más pobladas.

-Una de las razones de la despoblación es la falta de servicios. El transporte público es fundamental para mucha gente.

-España tiene un sistema de movilidad colectiva bastante bueno, con la excepción de unos pocos territorios. En esos casos se tiene que asumir que no puede haber un autobús que te recoja en tu casa y te deje en la cabecera de la comarca. Algo así sería ruinoso. Se puede ver en muchos trenes que viajan vacíos. El coste para las consejerías de transporte es enorme.

-¿Y qué propone como alternativa?

-Existe un recurso de movilidad en el que nunca se piensa. Son los coches sin uso de los propios vecinos de las zonas despobladas. Están aparcados la mayor parte del día. Muchos habitantes ya trasladan a sus vecinos cuando lo necesitan. Una aplicación de movilidad colaborativa basada en un sistema de banda ancha, con incentivos parecidos a los de un banco de horas, podrían solucionar este problema. Tenemos que ser inteligentes, generosos y estructurados para diseñar sistemas colaborativos debidamente regulados. De esta forma el parque móvil infrautilizado de las provincias despobladas resolverá uno de los grandes retos de estas zonas.

-¿Este modelo se puede aplicar a otro tipo de servicios?

-Sería una forma de resolver algunos de ellos. Tampoco podemos olvidar que el mundo rural tiene una ratio de atención social por habitante mayor que en determinadas zonas de las grandes ciudades. El problema es el acceso, no la disponibilidad de los servicios. La España rural no está tan envejecida: una persona con 67 años está en perfectas condiciones. Hace cien años esa edad equivaldría a los 90 de hoy. La longevidad también nos permite esta otra paradoja.

-¿Es posible atraer a población extranjera gracias a la rebaja de impuestos?

-Esta es una parte de la solución, obviamente. Pero obliga a algunas reflexiones importantes. Hace falta un equilibrio, una proporcionalidad entre los nativos y los nacionalizados, sean de segunda generación o recién llegados. Este tipo de procesos tienen que ser pausados, para no generar entornos sorpresivos. Hace falta un ajuste natural entre los colectivos. Es la misma circunstancia que se produce con los ciudadanos que deciden que las capitales no les satisfacen y buscan regresar a un entorno rural, que puede ser de sus antepasados o no. El urbanismo tiene que estar adaptado y puesto al día para que sea factible.