El filósofo y escritor José Bada presentó ayer en el Seminario de Investigación para la Paz de Zaragoza sus memorias de infancia, en las que evoca los años de guerra civil que le tocaron vivir en la comarca del Bajo Aragón-Caspe. La obra Recuerdos para la paz se edita en la colección bilingüe La Mangrana.

-En su obra fija especialmente la mirada en los años de la guerra civil. ¿Cree que es necesario volver la vista atrás para extraer enseñanzas?

-La intención inicial no es cubrir el espacio de los historiadores profesionales, pues lo que aporto son mis vivencias como un niño de la guerra. Hablo de mi infancia en la comarca del Bajo Aragón. Tiene un punto de complicidad y subjetividad, pues lo que me interesa es que hable el corazón por encima de los documentos.

-¿Le ha sido duro volver la vista atrás y rememorar lo que pasó durante aquellos meses de guerra civil?

-Aunque no siempre sea agradable, creo que es nuestra obligación analizar lo que pasó en aquella época. Ya quedamos vivos pocos testigos de lo que sucedió. Y me he dado cuenta de que los papeles históricos no son suficientes para abarcar aquel periodo. Por eso digo que yo no hablo más que de mi experiencia limitada en el Bajo Aragón. Yo nací en el pueblo de Fabara y en 1936 solo tenía seis años. Por eso no se puede confundir el testimonio de un niño que residía en una localidad de dos mil habitantes con la historia de España con mayúsculas en el contexto europeo. Pero en el fondo no deja de tener importancia.

-¿La guerra les marcó a la hora de afrontar sus vidas?

-Nosotros, los niños de mi generación, padecimos la guerra, es verdad, pero luego hemos sido los que a partir de los años sesenta hemos observado y propiciado un cambio muy profundo en la sociedad. Además, hemos logrado hacer las paces de las que actualmente disfrutamos. Sería una pena olvidar todas esas memorias que todavía pueden poner en marcha la esperanza.

-¿Cree que se ha logrado una reconciliación completa tras los años de la Transición?

-Los hombres se entienden hablando, pero solo si quieren. Y además tienen que entender que ese el único porvenir en un mundo tan complejo. Por suerte, guerras como la que se vivió en España ya están superadas. Ahora nos enfrentamos a otros modos de pelearnos, como los prejuicios profundos o el terrorismo. Las guerras de una nación contra otra, o entre dos bandos enfrentados, creo que están superadas.

-Sin embargo todavía no existe un modo neutral de mirar la guerra civil...

-Por eso tenemos que aprender del pasado. Nuestra memoria, la memoria de mi generación, la memoria de los niños que no hicimos la guerra pero la padecimos, nos ha servido en nuestra vida individual y además ha contribuido a tener la paz que ahora disfrutamos. Por eso considero que todavía puede contribuir a superar los pequeños, o grandes, conflictos que aún siguen sobre la mesa. A las nuevas generaciones les toca asumir que es imposible entender un desastre como fue la guerra civil. Lo único que tienen que tener claro es que algo así no tiene que volver a suceder.

-Vox en Andalucía ha pedido la derogación de la ley autonómica de memoria histórica. ¿Estos pasos atrás pueden ser un problema en la convivencia?

-Recordar lo que pasó no es malo. La experiencia que nosotros vivimos tiene que seguir sobre la mesa. Pero en el libro he tratado de no decantarme por un punto de vista u otro. Mi intención no es levantar la bandera de un bando contra otro. Aquello fue una barbarie que no es comprensible. Por eso tenemos que ponernos de acuerdo unos y otros para que no vuelva.

-¿Teme que el auge de los populismos ponga en riesgo el diálogo que reclama en su libro?

-Yo puedo entenderme perfectamente con un marxista y con un capitalista. También con un anarquista. Y si creo en Dios, me entiendo perfectamente con un ateo, pero siempre y cuando yo le escuche y él me escuche. Eso supone resolver los problemas como personas adultas y realistas. En este libro no se propone una utopía. Creo que mejorar el marco de convivencia es una realidad urgente que todo el mundo debería tener en cuenta.