JOAQUÍN CARBONELL

--¿Estos son los días que alivian a la hostelería?

--Esto es una carrera de obstáculos. Ahora estamos en un desnivel a favor y ya vendrá la cuesta arriba.

--¿Se ha notado estos días subida o bajada?

--Yo creo que estamos en llano. Pero hay que saber que solo con los despidos de tantas empresas, esa gente no puede celebrar nada. Incluso muchas empresas han eliminado la cena de navidad...

--Ya sé que no hay que celebrar, pero al menos darse un respiro. ¿Una comida es la forma más agradable de pasar un mal trago?

--Sin duda; el comer bien y el tomar un vino con buena compañía sigue siendo uno de los atractivos más altos. Si no ya no nos queda nada. Y eso agrada tengas o no tengas dinero.

--¿Usted ejerce su oficio desde la vocación?

--Yo tengo la suerte de haber estado en la mejor escuela de hostelería de Aragón: el Gran Hotel. Estuve doce años...

--Seguro entonces que sirvió a Joaquín Sabina.

--¡Hombre! La primera vez que lo vi llevaba un pantalón de piel de serpiente... Es encantador. Lo mismo que cualquiera de la farándula... El propio Rosendo, Alaska., Paco Ibáñez, Víctor Manuel, Serrat... Plácido Domingo y Alfredo Kraus, impresionantes. Y no sabes cómo me reía con Tip...

--No me diga.

--Se podía beber trece cervezas, eso sí, alternadas con vaso de bicarbonato. Y lo curioso es que Coll dormía en el Corona de Aragón, y solo se juntaban para tomar vermú.

--Parece que los tiempos no son tan divertidos ahora...

--Noooo. Es una pena, porque ahora hay demasiada tristeza, y es la hostelería precisamente la que tiene que dar un punto de alegría a la gente. Siempre lo ha hecho. La gente busca una sonrisa y sonreír es gratis.

--Le veo además que está en forma.

--Hago mucho deporte. Ojo, que la hostelería es un trabajo con mucho desgaste. Todos los días practico o judo o footing, que ahora llaman running. Corro la prueba de la San Silvestre, la del Roscón, la de Chus Burés y estoy preparándome para la media maratón.

--¿Tiene alguna fórmula para sacar esto del bache?

--No. Pero es cierto, que estos malos momentos nos ayudarán a ser de otra manera en el futuro.

--¿Y la hostelería necesita cambios?

--La restauración necesita una gran transformación, en todos los sentidos. Hay que cambiar los hábitos porque antes se abría la puerta y ya entraba el cliente. Ahora hay que abrir proyectos.