Hay tantos, tantísimos castillos en Aragón, que ni siquiera los más doctos en la cuestión se aventuran a dar una cifra exacta. El último informe del Gobierno de Aragón data del año 2006, y en él se recoge que a lo largo del territorio aragonés se erigen alrededor de 520 castillos y zonas arqueológicas. Ahora bien, la cifra se dispara si la definición se hace extensible a «arquitectura fortificada», término con el que los expertos engloban castillos, torres, casas fuertes, iglesias fortificadas, castros o recintos.

De muchos solo queda un muro semiderruido, una torre de la que se desprenden cascotes o los cimientos de lo que fuera un firme edificio defensivo, según explican desde la Asociación para la Recuperación de los Castillos de Aragón (Arca) . De otros, más bien pocos, las labores de restauración y conservación han logrado que resistan la batalla contra la degradación. Los más conocidos son, por causa o por efecto, los mejor conservados. La Aljafería, la Ciudadela de Jaca, Loarre, Mora de Rubielos, Valderrobres, Peracense, Monzón y Alcañiz son los ocho más visitados, según estimaciones de Arca, con volúmenes de afluencia que en años previos a la pandemia podían superar las 93.000 visitas al año en la fortaleza jacetana.

Castillo de Peracense

Tampoco frena el interés turístico que suscitan las fortalezas el covid. Esta Semana Santa los castillos fueron uno de los focos con mayor atractivo para los aragoneses. Loarre recibió a 4.000 personas; Jaca, a 1.605; Peracense, a 2.228; y a Monzón se acercaron 1.700 visitantes. Otros corren peor suerte. Menos visitados y peor conservados, desde Arca destacan que los más necesitados de labores de rehabilitación podrían ser el castillo de Arándiga (cerca de Calatayud), el de Yéquera (próximo a Luna), el de Roita (en Sos del Rey Católico) o el fuerte de Coll de Ladrones (en Canfranc).

¿Restaurar o consolidar?

Pero ante todo, las fortalezas tienen un enemigo: el paso del tiempo. Las inclemencias climáticas, la erosión o la acción humana provocan que los vestigios medievales se reduzcan a polvo con difícil remedio. Sin embargo, como asegura José Manuel Clúa, presidente de Arca, antes que ponerse a rehabilitar todo el patrimonio aragonés, algo «casi imposible», lo primero es consolidar las ruinas que todavía quedan en pie. De esta forma, cuando lleguen las remesas de dinero para las rehabilitaciones todavía quedará una base sobre la que trabajar. Es el modelo que siguen muchos países de Europa. «Si hay ruinas, pues se conserva la ruina como se hace en Alemania, Gran Bretaña o Francia para que no vaya a peor», asevera Clúa. «Pero aquí no siempre se hace», sentencia.

Por ponerle cifras al asunto, la restauración del castillo de Montearagón se sitúa en torno a 1,2 millones de euros, mientras que para la consolidación de las ruinas en Rubielos de Mora solo hicieron falta 24.000 €. Si de algo está seguro Clúa es que los aragoneses «de ninguna manera somos conscientes» de la riqueza que existe a nuestro alrededor. «El patrimonio histórico es nuestra herencia. Hay mucha dejadez y está muy descuidado. Dejamos que se caiga el castillo y esté arruinado e invertimos el dinero en otras cosas». Aunque el presidente de Arca reconoce que «es verdad que desde años atrás ha habido un repunte importante desde las instituciones».

Castillo de Monzón

Restaurar cada uno de los inmuebles históricos de Aragón es una ardua y costosa tarea, tanto en lo económico como en lo burocrático. El principal escollo se halla en la propiedad de los castillos. Unos pertenecen a las Administraciones Públicas, que suelen estar apoyados en forma de subvenciones para acometer las actuaciones necesarias. Otros son parte del patrimonio eclesiástico. Y otros son propiedad de particulares, que por norma general no pueden sufragar los gastos de la inversión.

Dinámica de dejadez

Sin embargo, como explica el presidente de Arca, poseer un edificio así supone la obligación de conservarlo, por lo que muchas veces los particulares han ofrecido los inmuebles a las instituciones y estas los han rechazado. «Se entra en una dinámica de dejadez. Hay muchísimos castillos hechos polvo a los que se les podría sacar partido», reivindica Clúa.

El drama llega cuando la gente ve caer a lo largo de su vida castillos que vio en pie. Ocurrió en Santías, cerca de Ejea, con un edificio que todas las fuentes consultadas aseguran haber visto en pie y del que ya solo queda una pared. O el caso del castillo-palacio de Ballerías, donde su propietario fue condenado a pagar 27.000 euros tras derribar en el año 2006 la pared de ladrillo del inmueble, catalogado como Bien de Interés Cultural, alegando que existía riesgo de desprendimientos y amenazaba ruina.

En el caso opuesto está el castillo de Montearagón, en labores de restauración desde febrero de este año. José María Sanz, uno de los arquitectos del proyecto, cree que la tarea de rehabilitar un inmueble histórico como este requiere de una «precaución extrema», pues no se puede perder la esencia del castillo en un intento de renovación moderna que no se fiel a la historia del castillo. «Lo esencial es ser capaz de conocerlo, ver cómo ha evolucionado a lo largo de la historia», explica Sanz.

Castillo de Trasmoz

Para conseguir que la actuación sea de conservación y no de mutilación, el restaurador afirma que de alguna manera uno debe «hablar con el castillo, dejar que te cuente lo que necesita». Aunque también existen contradicciones. «A veces nos olvidamos de que estamos visitando una fortaleza defensiva, por lo que el acceso puede ser peligroso. No se puede destrozar el entorno de un castillo con unas vallas por hacerlo accesible. Lo importante es alcanzar el equilibrio entre las necesidades».

Las fundaciones: colaborar para recuperar el castillo del pueblo

Iniciar una restauración o una consolidación de un inmueble histórico es una tarea costosa. Por ello, la colaboración vecinal y de los apasionados de los castillos que se vuelcan en la recuperación de los edificios históricos es fundamental. Ocurrió, por ejemplo, con la Fundación Castillo de Calatorao, que buscaba patronos para retomar las obras del inmueble paralizadas por la falta de subvenciones institucionales. Lograron reactivar el proyecto y el castillo ya luce como en sus mejores tiempos.

También la Asociación de Amigos del Castillo de Peracense ha trabajado elaborando una guía del castillo, un cómic o materiales para seguir distintas rutas. Y otro ejemplo tuvo lugar en Cadrete, cuya restauración finalizó en el año 2012 y se comenzaron a organizar visitas guiadas y actividades en torno a la fortaleza.