El profesor Henry Jones Junior lo tendía claro si algún día paseara por la carretera de Castellón (quién sabe el motivo) y divisara en las campas del grupo López Soriano una veintena de locomotoras de vapor a la intemperie, desvencijadas y oxidadas. «Deberían estar en un museo», repetiría. Una obviedad que comparten múltiples estamentos, pero que no acaba de convencer a los propietarios de una de las mejores colecciones ferroviarias que se pueden encontrar en Europa. Por el momento, ni se vende ni se mueve.

El ayuntamiento de Denia ha sido el último organismo en levantar la voz de alarma. En un comunicado han pedido que se declaren Bien de Interés Cultural con el objetivo de proteger dos de las locomotoras, las Black Hawthorn números 1 y 2, que prestaron su servicio en la primera línea de ferrocarril de vía estrecha de España que unía la localidad alicantina con Carcagente entre los años 1884 y 1974 y que se encuentran depositadas en el recinto. El concejal de Cultura, Raúl García de la Reina, destacó que son las únicas que se conservan de las seis que hacían el trayecto.

Las máquinas, ejemplo extraordinario del patrimonio industrial, descansan en la campa gracias al empeño del fundador del grupo López Soriano. Como chatarrero se encargó de desmantelar varias líneas ferroviarias menores por todo el territorio y gracias a su sensibilidad innata decidió conservar prácticamente un ejemplar de cada uno de los modelos. Desde entonces en sus instalaciones ha reunido una treintena de ejemplos, catalogados por los aficionados a los trenes como uno de los conjuntos más interesantes que se pueden observar en la actualidad.

Malas hierbas

Ahora, pese a todo, no es posible verlos en condiciones. En el aparcamiento de las oficinas centrales, bajo el mismo techo en el que aparcan los trabajadores, se intuyen tres vapores Couillet de las minas de Barruelo. Y en la parte trasera de la campa, vacíos de su maquinaria, cubiertos de malas hierbas, se amontonan hasta nueve locomotoras del constructor NBL que sirvieron en las minas de Riotinto. Desde la carretera aún se acercan curiosos a hacerles fotos. Y todos ellos piensan en cómo sería un museo en el que se pudieran contemplar restauradas. Un lugar donde fuera feliz Henry Jones.

Esa es la ilusión con la que todavía trabajan los miembros de la Asociación Zaragozana de Amigos del Ferrocarril y Tranvías (AZAFT). Con insistencia han pedido que se haga algo en condiciones con todo este material, celebrando que gracias al empeño de sus propietarios no se ha desmembrado el conjunto. Y eso que según explica su portavoz, Carlos Abadías, más de una oferta suculenta ha recibido por los vehículos.

Un cuadro de Goya

«El patrimonio industrial tendría que tener el mismo reconocimiento que un cuadro de Goya, es algo que se tiene que conservar y mostrar a los jóvenes», destaca Abadía convencido de que las soluciones que a veces encuentra la administración para este tipo de elementos (exponerlos en una rotonda al aire libre, como ya pasa con el único tren que ha salido de este desguace y que en la actualidad se puede ver en la calle Valle de Broto de Zaragoza) no son las ideales.

Los trenes que conserva el chatarrero se amontonaron en los años 60 y en algunos casos ya han pasado más tiempo en su retiro zaragozano del que estuvieron en servicio. «Aragón tiene la gran oportunidad de poner en marcha el mejor museo europeo en la materia, no se tendría que dejar pasar», asegura.

El problema, como siempre, está en el dinero, pues la restauración y conservación de este tipo de patrimonio es tremendamente costosa. Y eso que tiene su recompensa, pues saliendo de Zaragoza se puede encontrar en funcionamiento una máquina de este tipo en Utrillas. Un ferrocarril minero que se ha convertido en referente turístico. A veces no todo requiere un museo.