A pesar de esto, sigue siendo por lo general bastante desconocida una de la grandes figuras de la sociedad zaragozana del siglo XIX. Aunque no se sabe demasiado de su juventud, Juan Faustino Bruil y Olliarburu parece que nació en el año 1810 en una Zaragoza ocupada por las tropas francesas que habían logrado tras mucho sufrimiento y dos terribles asedios hacerla capitular. Una ciudad asolada por la guerra y el tifus que perdió buena parte de su población así como de su patrimonio histórico y artístico. Pero de esas ruinas la ciudad fue recuperándose poco a poco a lo largo del siglo XIX hasta volver a ser una vez más una de las ciudad más pujantes de España.

Juan Bruil era descendiente de una familia francesa originaria del Bearn que se asentó en la ciudad y que fundó una tienda en la calle Espoz y Mina, gracias a la cual fueron creando un importante patrimonio familiar. En ese periodo de juventud se ve atraído por la revolución liberal que se desarrolla en España desde inicios de siglo y que tras la muerte de Fernando VII acaba triunfando. Una revolución que conllevó el fin del absolutismo y la consecución del poder por parte de la alta burguesía. Bruil acabará por apoyar al llamado Partido Progresista, cuyo líder, el general Baldomero Espartero, se convertirá en todo un icono para el zaragozano.

Casi a mitad de siglo lo encontramos ya como uno de los hombres fuertes de la burguesía aragonesa de la época y es nombrado comisionado del Banco de San Fernando, el precedente del actual Banco de España. Ya en 1845 es uno de los fundadores de la Caja de Descuentos Zaragozana, la primera sociedad anónima financiera creada en Aragón, la cual presidirá hasta su conversión en el Banco de Zaragoza.

Su ascendiente económico le hizo entrar en política y tuvo un papel muy activo en la Revolución de 1854 que alzó de nuevo a Baldomero Espartero al poder en España, y es que en palabras del doctor en Historia Daniel Aquillué, «Zaragoza era más esparterista que el propio Espartero». Tanto es así que cuando en junio de ese mismo año el nuevo presidente acudió a la capital del Ebro para inaugurar la nueva línea de ferrocarril que unía la ciudad con Madrid, Juan Bruil pagó la construcción de una nueva puerta a la cual se bautizó como «Puerta del duque de la Victoria», cuyo recuerdo en forma de mural en la plaza de San Miguel ha sido recientemente restaurado por el ayuntamiento.

Esa llegada al poder de los progresistas en 1854 impulsó a Bruil a la política nacional, llegando a ser nombrado Ministro de Hacienda al año siguiente para sustituir a Pascual Madoz. Estando en el cargo elaboró la primera ley de la historia de España de sociedades anónimas de préstamo y crédito que abrieron al país a la entrada de capital extranjero para que financiara nuevos proyectos, en especial las nuevas líneas de ferrocarril en las que se tenía una especial fe. Sin esta ley es imposible explicar el importante desarrollo económico del que gozó el país en los años siguientes.

Y hablando de ferrocarril, Juan Bruil era especialmente consciente de la importancia que iba a tener este nuevo sistema de comunicación para el desarrollo económico, de modo que tuvo una idea que todavía hoy, 168 años después, sigue de actualidad. Y es que en el año 1853 presentó el proyecto de una línea de tren que uniera Zaragoza con Francia a través de Canfranc, convirtiéndose así en el pionero de un emblema con el que todavía hoy en día los aragoneses seguimos soñando para que sea reabierto.

Para terminar volvemos a ese parque zaragozano que lleva su nombre y que le hizo inmensamente popular en su época. Bruil era propietario de una lujosa torre a las afueras de la ciudad junto al río Huerva que tenía además un extenso terreno y que convirtió en un auténtico vergel, el cual abría a los zaragozanos para su disfrute en los días festivos. Estanques, laberintos, invernaderos e incluso animales como ciervos y faisanes conformaban un espacio único en el que perderse los días de fiesta.

El campo de fútbol de la Torre de Bruil

El campo de fútbol de la Torre de BruilLos futboleros zaragozanos conocemos la historia de los campos de fútbol de Torrero y la actual Romareda. Sin embargo, Zaragoza tuvo diferentes terrenos de juego a comienzos del siglo XX, tal y como demostró el doctor en Historia Pedro Ciria en su obra ‘El sueño de ser grandes'. En octubre de 1923, uno de los grandes clubes del momento, el Iberia, inauguró su mítico campo de Torrero. Un golpe de efecto que llevó a sus rivales, la Real Sociedad Stadium (núcleo del posterior Zaragoza de los ‘tomates’), a construir un nuevo estadio situado en la calle Asalto: el de la Torre Bruil. Inaugurado el 19 de octubre de 1924, fue considerado como uno de los campos de fútbol más bellos del momento llegando a tener una capacidad para unos 12.000 espectadores, compitiendo con Torrero hasta la creación del Real Zaragoza en 1932 para albergar competiciones incluso a nivel nacional.