Fue punto directo. Conchita Martínez regresaba a su tierra como vencedora del torneo. Este premio lo traía ganado por toda una trayectoria. El de la Sabina de Oro que concede el club de opinión femenino del mismo nombre. Ayer entregaron sus premios, cumpliendo la tradición en Caixaforum, en Zaragoza. Un acto en el que la tenista y la Sabina de Plata de esta misma edición, María Villarroya Gaudó, estuvieron acompañadas de la presidenta de la entidad, Gloria Labarta, de toda su junta (desde Reyes Palá, que acababa de conseguir, horas antes, su cátedra de Mercantil en la Universidad de Zaragoza, a Blanca Lobera, que ejerció de copresentadora del acto, con la máxima responsable del club). Y también de un buen número de invitados, desde la nueva delegada del Gobierno; Carmen Sánchez, al rector José Antonio Mayoral, pasando por la directora general de Familia, Teresa Sevillanos, la de Justicia, María Ángeles Júlvez... Y también miembros del jurado de este año, en el que participaron el presidente de la Audiencia, Julio Arenere, la escritora Irene Vallejo, Carlos Sauras, de Cáritas, Mercedes Gracia, de Caixaforum, y el director de EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, Nicolás Espada.

Ante ellos reconoció la entrega de premios dos grandes trayectorias. Por un lado, la de la tenista aragonesa, con un excepcional palmarés nacional e internacional. Por haber logrado torneos en todas las superficies posibles, por ser la única española que ha ganado medallas en tres Juegos Olímpico... O por ser la primera mujer en ponerse al frente de la selección masculina de tenis en España.

Un premio que agradeció en directo, como lo hizo María Villarroya Gaudó, profesora del Departamento de Informática e Ingeniería de Sistemas de la Escuela de Ingeniería y Arquitectura de la Universidad de Zaragoza que, entre otras cosas, lidera un grupo de mujeres que lleva años trabajando por la igualdad. Que en los años 90 fue fundadora de la Asociación de Mujeres Científicas y Técnicas de Aragón . Grandes profesionales para un galardón que lleva 28 años destacando el papel de la mujer. Cuando no existía el verbo empoderar. Ahí es nada...