J H. F., de 76 años, murió el 2 de junio del 2012 en un geriátrico de Alagón víctima de un leve despiste de su cuidadora y de su propio estado de salud. Así lo establece una sentencia del Juzgado de lo Penal número 5 de Zaragoza, que impone a la sanitaria, M. C. B. N., una multa de 360 euros como autora de una falta de imprudencia con resultado de muerte. Deberá indemnizar con 83.594 euros al viudo y con 6.000 a su nieta, pago del que han sido declarados responsables la compañía de seguros Allianz y la empresa que gestiona la residencia.

La magistrada avala finalmente las tesis de la defensa, ejercida por el penalista y profesor Eladio Mateo Ayala, y de la propia Fiscalía. Ambas partes admitieron --como calificaciones alternativas a la absolución y a un año de cárcel por homicidio imprudente, respectivamente-- que los hechos fueran calificados como una falta.

La acusación particular, que llevó la abogada Begoña Cuenca en nombre de la familia de la víctima, reclamaba tres años de prisión para la cuidadora por un delito de homicidio imprudente.

J. H. F. ingresó en el geriátrico en abril del 2011, por orden del IASS (Instituto Aragonés de Servicios Sociales) y en contra de la opinión de su marido. Padecía un importante deterioro cognitivo que le impedía asearse, vestirse, alimentarse y desplazarse por sí misma, señala la sentencia, que explica que también necesitaba de cuidados especiales por las noches: sufría agitación psicomotriz, por lo que debía ser sujetada mediante un cinturón en una cama con vallas de protección y anclajes en sus ruedas.

DESCUIDO Esa noche, la cuidadora, que la acostó sobre las nueve, "actuando con descuido solo colocó una de las vallas" y "no se percató de que solo estaba accionado un solo freno o anclaje" en lugar de los dos necesarios. Al moverse mientras dormía, "realizó un giro en arco y cayó por el lateral que carecía de valla, quedando semisuspendida y sujeta por el cinturón, que le oprimía los músculos torácicos y anuló los movimientos respiratorios".

La encontraron muerta las cuidadoras del turno de noche, que el 2 de junio no hicieron la habitual ronda inicial de seguridad en la que revisan los anclajes, vallas y cinchos de las camas, sino que pospusieron esa tarea a entrada la madrugada, cuando suelen efectuar otra para suministrar medicamentos.

Tampoco se percató de esos detalles la empleada que le colocó a la anciana las manoplas poco después de las diez, tras pedírselo M. C. B. N. cuando terminaba su turno, en el que había atendido a 18 residentes.

La jueza rechaza que la acusada actuara con "un olvido total de las más elementales normas de previsión y cuidado, como hubiera sido la no colocación del cinturón de seguridad".