Kenia Evelin B. C. será juzgada próximamente en Zaragoza por desvalijar el chalet donde llevaba diez años trabajando como empleada de hogar, contando en una ocasión con la ayuda de dos cómplices, Toader B. y Víctor V., que la acompañarán en el banquillo.

Entre los tres sustrajeron joyas y otros objetos valorados en más de 313.000 euros, sin contar los daños causados en la vivienda en el último robo. Fiscalía pide seis años de cárcel para la mujer por los robos, agravados por el abuso de confianza, y cinco para sus compinches, defendidos todos ellos por la penalista Olga Oseira.

Según el escrito de acusación del ministerio público, la acusada, que llevaba una década trabajando en el chalet, ubicado en una urbanización de las afueras de Zaragoza, comenzó a robar las joyas que el matrimonio guardaba en dos cajas fuertes, aprovechándose de la confianza que le tenía el matrimonio y de que conocía dónde guardaban las llaves. Las joyas las iba vendiendo en tiendas de objetos de segunda mano y establecimientos de compro oro, y así estuvo a lo largo de tres años, entre el 2013 y el 2015, sin que los propietarios, de clase alta, se dieran cuenta.

ASALTO NOCTURNO / En el 2016, la mujer, siempre según la acusación pública, decidió ir más allá, y contactó con sus dos compinches, a quienes facilitó una copia de la llave, una tarjeta de la alarma de seguridad y una fotografía del sistema de alarma. En abril del 2016, convenció al matrimonio para irse a una casa de verano que tenían en el sur de España, y les acompañó, avisando a sus compinches. La madrugada del 23 de abril, ambos se dirigieron a la vivienda, en el coche de Víctor V., y saltaron la valla del chalet, abriendo con la llave.

Los cacos usaron la tarjeta de alarma, y la fortuna les acompañó. Porque en realidad estaba anulada por el hijo de la pareja, tras darla por perdida o robada. Pero otra hija se había olvidado de conectar el sistema de seguridad tras visitar la casa ese día.

Así, los ladrones pudieron entrar, y robaron numerosos objetos de valor de ambas cajas. No se dieron cuenta de que la llave de una estaba en la otra, pero sabían, por la mujer, dónde guardaban una de repuesto.

Sin embargo, tras desvalijar la vivienda, se dejaron la palanca que habían usado para arrancar una de las cajas de caudales, recién comprada y con el código de barras pegado. Este condujo a la tienda en la que la habían adquirido, en cuyos vídeos del sistema de seguridad se les distinguía perfectamente, lo que facilitó su arresto.