El jurado declaró probado ayer por unanimidad que Óscar Molina Valle mató a traición a su jefe, Jordi Milián, en una nave industrial de Mequinenza, en mayo del 2011. También que se llevó el arma con la que le disparó, sin licencia, y que se fue conduciendo sin carnet.

Pero los nueve hombres justos creyeron también que "en sus primeras declaraciones ante el Juzgado de Instrucción de Caspe contribuyó de manera relevante a que la investigación de la muerte de Jordi Milián fuera eficiente, al reconocer haberle dado muerte". Por ello, las acusaciones tuvieron que tener en cuenta la confesión y rebajar a 16 años la solicitud de pena por asesinato --desde los 18 iniciales de la Fiscalía, 20 para la acusación particular--, más dos por tenencia ilícita de armas --uno para los familiares-- y cuatro meses por conducir sin carnet, tres según lo que solicita el letrado José María Viladés. La defensa ya anunció que recurrirá el fallo cuando el juez fije la pena.

El veredicto no fue unánime a la hora de considerar la alevosía, pero sí quedó probado por siete votos a dos que Molina disparó "de forma sorpresiva, repentina e inesperada, no teniendo Jordi posibilidad de defenderse y evitar la agresión". Sin embargo, el jurado sí consideró probado que Molina disparó a Milián "cuando Jordi se encontraba de espaldas". También que "volvió a dispararle otra vez en el pómulo izquierdo de la cara" cuando estaba en el suelo.

Lo que no consideraron probado es que la pistola, que sí se habría llevado, la enterrara.

En cuanto a las indemnizaciones, que fijará el magistrado presidente, también avalaron que la víctima "tenía relación de convivencia o afectividad con su hija" y "con sus padres", que resultaron "perjudicados".