El Juzgado de lo Penal número 7 de Zaragoza fue escenario ayer de un ejemplo extremo de la lentitud de la que adolecen a menudo los juzgados, de la que se quejan no solo los ciudadanos sino los propios jueces, saturados. Un ejemplo paradójico además, ya que lo que se juzgaba era precisamente la velocidad excesiva, la de un conductor detectado circulando a 121 kilómetros por hora por las calles de Zaragoza. La celeridad en la conducción contrasta con el paso de tortuga al que ha llegado al juzgado, ya que los hechos sucedieron hace nada menos que cinco años.

En este caso, la causa del retraso no estuvo en el colapso judicial, sino en algún error que hizo que el expediente se traspapelara y quedara durmiendo en un cajón, hasta que fue recuperado hace un par de años. De ahí que la abogada del conductor, Nadia Brahim, además de pedir la absolución de su cliente, solicitó que en caso de condena se le aplicase la atenuante de dilaciones indebidas, que reduce la condena cuando el caso tarda demasiado en ser juzgado por causas no imputables al acusado, como sería esta.

El presunto fittipaldi, V. G. R., no acudió al juzgado, ya que reside en Madrid y en estos casos, con peticiones de condena inferiores a dos años de cárcel, la ley permite juzgar en ausencia. La Fiscalía solicitó para él una multa de 1.920 euros y la retirada del carnet durante un año y medio.

Su abogada, por su parte, pidió la absolución alegando entre otras cosas que él no iba al volante, ya que el radar de Ronda Hispanidad, a la altura de Vadorrey, que cazó al infractor -circulando a 121 kilómetros por hora en un tramo limitado a 50-, solo mostraba al coche, y este era de empresa, por lo que podría haber sido conducido por otro empleado.

En el historial de sanciones de la Policía Local del 2013, cuando sucedieron los hechos (en marzo, concretamente), figuran muchas sanciones en esta vía, cuya abundancia de carriles parece incitar a pisar el acelerador.