Es un aforismo habitual en los juzgados que «una Justicia lenta no es Justicia». Pocos casos hay más claros que el de Francisco R. J., al que el arresto como presunto autor del crimen de Reyes, hace más de un año y medio, ha desbaratado la vida. Con cada vez más dudas sobre su culpabilidad, el juez acaba de levantar las medidas cautelares que pesaban sobre él, con comparecencias periódicas y prohibición de salir de España. Podría volver a Italia, pero en el interín, se ha convertido en residente ilegal. Ha sido solo el último de sus problemas.

Francisco R. J. fue detenido en Italia en septiembre del 2015, después de que fuese reconocido por varios implicados, por fotografías, como posible asesino. En la rueda de reconocimiento, sin embargo, solo la madre de la víctima le señaló, con dudas.

Desde el primer momento, cinco amigos suyos testificaron que la víspera de Reyes estaba con ellos. Pero en Italia, las declaraciones las toma un abogado, sin las suficientes garantías para España. Entre comisiones rogatorias a los Carabinieri para interrogarles, y el envío del testimonio, ha pasado más de un año.

Un tiempo en el que Francisco R. J. ha tenido que permanecer con un pariente en Galicia, sin poder trabajar por no tener permiso en España, subsistiendo con ayudas familiares y viendo cómo la carestía rompía su relación con su pareja, con una hija de dos años a la que ya no conoce. También perdió su trabajo y sus permisos, ya que la renovación en Italia es presencial, y no podía abandonar el país.

El joven de 23 años reconoce que, aunque está «más tranquilo» al irse afianzando su inocencia (pero sigue investigado), lo ha pasado «mal, muy mal». «Tengo que empezar de cero», lamentaba. Sus letradas, Nadia Brahim y Julia Ruiz, indagan cómo conseguirle papeles.