Una discusión por el constante cambio de canal por parte Daniel M. T. pudo haber acabado, en enero de este año, en un nuevo caso mortal de violencia de género. Ayer se sentó en el banquillo de la Audiencia de Zaragoza por intentar estrangular a su esposa. Se enfrenta hasta a nueve años y medio de prisión que solicita la abogada de la víctima, Virginia Muñoz.

Durante la vista oral no se pudo escuchar la versión del acusado, quien utilizó su turno de palabra para decir que quería cambiar de letrada. Nada más. No obstante, eso no evitó que tuviera que escuchar el relato de Martina, la madre de dos de sus hijos, quien aseguró que durante la agresión él se reía y decía "te voy a matar". "No podía ni pedir ayuda, ni tirarle del pelo porque tenía una rodilla en mi pecho, con el otro pie pisaba el mío y me agarraba fuertemente del cuello", afirmó.

Una violencia calificada de extrema por parte de los forenses del Instituto de Medicina Legal de Aragón (IMLA), quienes aseguraron que las lesiones sufridas se corresponden perfectamente con lo relatado por esta mujer. Describieron que tuvo que ser con una gran fuerza como para que perdiera parcialmente la voz. De hecho, los dedos estaban marcados en el cuello.

El informe de los doctores Baena y Querol hizo que se confirmara en la sala de vistas que hubo posibilidad de muerte, ya que sufrió una falta de oxígeno y sangre en el cerebro que, de haberse prolongado, hubiese tenido otro final. En ello se apoyó la Fiscalía para solicitar siete años y medio de cárcel, si bien la acusación particular solicitó una pena más elevada por el delito de amenazas. Asimismo, solicitan que no pueda acercarse a la víctima y a Belchite durante dos años, así como unas indemnizaciones que van entre los 3.000 y los 10.000 euros.

La Guardia Civil de Belchite, localidad en la que residía el matrimonio que se había divorciado una vez, también resaltó que no tardaron mucho en detenerle puesto que él se presentó en el cuartel, previo a confesar sus intenciones a una amiga.

La abogada del encausado, Sara Munárriz, hizo oídos sordos de las únicas palabras que su cliente profirió. Le defendió, solicitó su absolución e incluso dibujó unos hechos en los que las lesiones se respondían a una pelea mutua. En ese marco, aceptó una falta de lesiones.