Un joven de 22 años, Mohamed El Ouabi, se sentó ayer en el banquillo de la Audiencia Provincial de Zaragoza para responder por haber propinado una paliza y violado, presuntamente, a la novia con la que convivía en una casa abandonada de la capital aragonesa. Según las acusaciones, además la dejó encerrada allí durante dos días, acudiendo solo para darle algo de comida y vigilarla. El acusado solo admitió que le pegó, aunque no con una correa, y que la encerró porque ella se lo pidió.

Los hechos, por los que la Fiscalía pide 15 años de prisión y la víctima --representada por María Victoria Jiménez-- 17 y medio, ocurrieron en noviembre del año pasado, cuando la pareja llevaba unos cinco meses de relación y convivía en una casa de campo abandonada en la carretera del aeropuerto de Zaragoza.

DOS GOLPES

Según admitió El Ouabi ante la Sección Primera de la Audiencia, defendido por la letrada Pilar Marco, la noche del día 25 de noviembre pegó "dos veces en la cara" a su novia, con las manos, y ni la desnudó ni tuvieron relaciones sexuales porque estaban "nerviosos" tras la pelea. Afirmó que fue ella la que pidió que la dejara con la puerta cerrada por si "entraba alguien", mientras iba a por comida al albergue municipal. Pero aseguró que podía salir, porque la cadena apenas estaba sujeta.

También contó que era ella la que no quería que dijera nada de las lesiones. Estas, según el relato que explicó en su día a la Policía --corroborado al principio por la víctima--, eran fruto de una caída que la mujer sufrió por un mareo, cuando iba a denunciar que le habían robado el móvil.

La víctima, una joven española que declaró por videoconferencia, aseguró que nada más entrar en la vivienda comenzó a pegarle e insultarle. "Me dijo que era una puta y que debería de estar muerta", afirmó. Luego la obligó a desnudarse, le pegó una paliza con la hebilla del cinturón y la violó "por detrás".

A la mañana siguiente se fue al albergue, la dejó encerrada "con candado" --los policías que inspeccionaron la vivienda más adelante corroboraron la presencia de este-- y le trajo "restos de comida" del albergue. Tras unos días, según su testimonio, ambos fueron allí.

En un primer momento, afirmó, no confesó la agresión a las empleadas --que sospechaban al llevar gafas de sol y sombrero-- porque "tenía miedo de no ver más a mi familia", pero finalmente hablaron con ella sola y confesó, tras lo que el joven fue detenido y encerrado.

Los forenses certificaron que la víctima tenía moraduras por varias el cuerpo "compatibles con una correa", pero que no examinaron posibles lesiones en el ano porque no refería dolor y habían pasado 12 días. Por su parte, las psicólogas afirmaron que no presentaba signos de sufrir el estrés postraumático propio de una agresión sexual. Tampoco se refirió a ella en su primera confesión.