Marta es madre de una niña de 8 años que acude a diario al comedor de un colegio zaragozano. Las continuas quejas de su hija sobre la calidad de la comida le llevaron a pedir explicaciones a la directora del colegio. «Mi hija decía que la sopa siempre estaba fría, que el puré parecía una sopa y que la tortilla de patatas, su plato favorito, estaba dura como un zapato y no se podía comer ». Marta achaca esa cuestionable calidad del menú a la implantación, hace unos años, de la línea fría, que, además «no dispone de dieta blanda en caso de que un niño se ponga malo, así que o come lo que hay o no come». Por eso, está decidida a que, si su hija sigue quejándose, «me presentaré allí y comeré. Tengo el permiso de la directora, que me dijo que ella comía a menudo».