Como otros muchos jóvenes aragoneses, Marina Lapuente va a tener que recurrir durante estos meses a la ayuda de su familia para poder llegar a fin de mes. Esta recién licenciada en Historia trabaja casi 30 horas cada fin de semana en un bar para poder pagar el piso en el que vive con su pareja, que también es camarero.

Los dos están en ERTE por la crisis del coronavirus y aún no han cobrado la prestación, así que tendrán que apoyarse en su familia. «Tengo muchos amigos en la misma situación; si ya es difícil llegar a fin de mes de normal imagínate sin ingresos», indica esta ejeana de 25 años.

Durante el tiempo que ha estado estudiando la carrera ha ido encadenando varios contratos temporales en la hostelería. «Estuve un año entero trabajando en un bar de Puerto Venecia 30 horas los cinco días de la semana y a jornada partida cobrando 650 euros al mes», indica.

Como sabe perfectamente lo que es la precariedad laboral tiene claro que debe buscar alternativas: «La única forma de conseguir cierta estabilidad laboral es opositando; por eso me voy a preparar las de profesor de Secundaria, aunque sé que el proceso va a ser duro y mientras tanto tendré que seguir trabajando en la hostelería para pagar el alquiler».