La razón principal de nuestra presencia en la Antártida es la investigación científica. Este continente tan inhóspito y desconocido guarda importantes claves para conocer el pasado y el presente de nuestro planeta. Encerrados en pequeñas burbujas en el hielo se encuentran testigos de la composición de la atmósfera en distintas épocas, lo que nos permite compararla con la actual y analizar su grado de contaminación. Investigaciones en la capa de ozono, en corrientes oceánicas, en geología o en biología marina son importantes para saber lo que está ocurriendo en nuestro planeta, su climatología, su variación en comparación con otras épocas.

En la primera expedición científica al continente antártico se ha llevado a cabo el proyecto Observaciones geodésicas y Geofísicas en el Continente Antártico y en las islas Decepción y Livingston (Obgecon). Este proyecto está liderado por la Universidad de Cádiz pero tiene el apoyo de varias instituciones como el Observatorio del Ebro o las universidades de Granada y Valencia. El doctor Berrocoso continúa así las investigaciones que se han llevado a cabo en los últimos años en la isla de Decepción; de hecho uno de los objetivos del proyecto es elaborar un mapa de riesgo de esta isla donde se encuentra la base Gabriel de Castilla. Esta base tiene una gran importancia para la investigación científica española y se encuentra en una zona volcanológica muy activa. En 1970 una erupción destruyó las bases chilena y británica, a unos diez kilómetros de la base española.

Se llevan a cabo observaciones geodésicas y geofísicas en las inmediaciones de caleta Cierva, en base a observaciones de satélites GPS, medidas gravimétricas y magnéticas continuas y observaciones sísmicas. En los primeros días el trabajo es frenético para montar todos los sensores necesarios para tomar las medidas. Se instalan un GPS, un gravímetro, un magnetómetro y un sismómetro. En isla de Decepción también se instalan estaciones sísmica, gravimétrica y magnética.

Una vez montados los aparatos de medición es necesario ir todos los días para comprobar su estado, volcar los datos y hacer los cambios de baterías que aseguran su alimentación. También hay que hacer trabajos de gabinete, para lo que casi todos los expedicionarios llevamos ordenador portátil. Esto facilita en gran manera la consecución de objetivos científicos. El apoyo logístico que proporcionan los componentes del Ejército es clave, pues muchos de los trabajos se realizan en equipo.

Una de las principales preocupaciones de los expedicionarios es la gestión de los residuos. En la Antártida la normativa para conservar el medio ambiente es muy estricta. El Tratado Antártico y sobre todo el Protocolo de Madrid, firmado en 1992, regulan como debe ser la gestión de la base y de los buques en la zona al sur del paralelo 60 grados. Este es un continente destinado a la ciencia y a nuestros descendientes y la preservación de un ecosistema tan rico como frágil es una obligación de todas las personas que trabajan y se mueven por la Antártida, y es muy grande la concienciación de todos y cada uno de los compañeros antárticos.

Somos por tanto rigurosamente escrupulosos en la gestión de residuos, para que la vida y el trabajo que se realiza en la Antártida no suponga una alteración o un daño al medio ambiente. Se clasifican y separan los residuos conforme a su origen, ya sea éste orgánico, plásticos, metal... y se almacenan en cajas grandes de plástico que, una vez terminada la campaña, se evacuan fuera del área del tratado antártico.

Estas medidas ecológicas se extreman todavía más si cabe en la zona de caleta Cierva, un espacio de la Antártida especialmente protegida, que tiene un plan de gestión que regula las actividades que se realizan en la zona protegida.

Si a alguien se le ocurriese tirar una colilla al suelo tendría al resto de expedicionarios echándole la bronca, especialmente a la capitán zaragozana García Villacampa, encargada de la gestión de residuos de la campaña.