Lo único en común entre aquellas dos miradas era la parábola que describían las balas de cañón. El antes y el después, el para qué y el pensamiento del General Varela y de María Sánchez Arbós eran dos mundos aparte. En ese 1936, el general tomaba la ciudad de Cádiz para después seguir con Sevilla, Córdoba, Antequera y Málaga. Su mirada se dirigió al norte, y de paso participó en las batallas que se libraron en Madrid y los alrededores (Ciudad Universitaria, Jarama, Brunete) para terminar en las de Teruel y el Ebro. Precisamente en la ciudad que divide el río y que une ahora a estos dos personajes con una calle, Zaragoza, había dado sus primeras clases María, allá por 1913, pero de momento sigamos en tiempos de guerra.

El año de la sublevación María estaba dedicada en cuerpo y alma a su vocación, la enseñanza, en la escuela Francisco Giner de los Ríos ±fundador de la Institución de Libre Enseñanza, cuyos ideales ella compartía±, situada en la Dehesa de la Villa. Durante los años anteriores había puesto en marcha una asociación de padres, unas duchas y una cantina para los alumnos, decenas de ideas nacidas de la pasión por conseguir una escuela en la que imperaba el respeto mutuo entre niños y profesores, la tolerancia y la libertad. Ideas que en su aplicación material sucumbirían con la ocupación del edificio en noviembre de 1936. María consiguió la autorización para continuar las clases en la sede de la Institución Libre de Enseñanza, que fue ocupada tres años más tarde y declarada opuesta al régimen. La maestra no tardó en dar con sus huesos en la cárcel, de la que salió en 1941, con el alma algo más rota pero con la misma intención de seguir con su vocación.

No por su voluntad fue incorporada en el gremio de maestros nacionales, y a los 64 años volvió a dar clase, con la misma emoción que 40 años antes, en una pequeña escuela, tras haber sobrevivido durante varios años dando clases particulares. Ella misma dejó escritos los trazos de su vida en su Diario, que publicó en 1961 y donde recogió entre otras cosas sus experiencias sobre la enseñanza, actividad que abandonó solo cuando la ley le obligó a jubilarse.

Curiosas analogías, es precisamente un club de jubilados el que da vida a la calle general Varela, en el barrio del Picarral. María no es allí muy conocida, si bien varios se aproximan («yo creía que era escritora... Bueno, no ando tan lejos, de letras sí que era...», comenta un jubilado). También sobre palabras escritas habla Mari Carmen, una vecina, que no tiene ningún problema con el cambio de calle. «Si fuera como antes, cuando mi marido y yo festejábamos y nos escribíamos dos cartas a la semana, sería un problema para el cartero. Ahora con el fax y con internet no importa». Sí, es una pena.

Calle María Sánchez Arbós

En 1898 nació en Huesca una de las aragonesas más ilustres del siglo. María Sánchez Arbós dedicó 51 años de su vida a la enseñanza, vocación que le impulsó a crear asociaciones de padres, cambiar horarios para dar clase a todos los niños y poner en marcha múltiples ideas en pos de una enseñanza libre y respetuosa. Publicó su diario, testimonio de su época.

Sustituye a: calle General Varela

En la sublevación de 1936, el general Varela ocupó la ciudad de Cádiz con la ayuda de refuerzos procedentes de Marruecos. Participó en otras operaciones militares en Sevilla, Córdoba, Antequera y Málaga, actos por los que fue nombrado ministro del Ejército en el primer gobierno de la dictadura del ejército franquista.