El agua mostró su furia una vez más en Aragón. Sólo un año y medio después de que la Ribera Alta del Ebro quedara anegada tras una fuerte tromba, las lluvias --se registraron hasta 300 litros por metro cuadrado en Magallón-- originaron otra trágica jornada de muerte y destrucción. El agua caída del cielo desbordó los ríos Arba y Huecha, y los cauces, indómitos, rompieron canales. Carreteras, caminos, huertas, casas, calles... Rastro de inundación y dolor. Al menos dos muertos. Otra persona está desaparecida. Se la llevó la corriente.

Sufrieron los vecinos de Tauste, de Luceni y de Boquiñeni. Los aragoneses de Remolinos, Ejea y Pradilla (estos últimos, los más castigados por la tromba de febrero del 2003). Los ciudadanos de Mallén, Magallón, Borja, Fréscano y Tarazona. Sólo un día antes, granizo y lluvia en La Almunia. Las alertas, disparadas hace unos días, parecían haber pasado. Pero volvieron.

La muerte --un accidente de coche atribuido a la lluvia-- es una señal inconfundible y la mayor medida de la desgracia. Anoche no había aparecido el vecino de Tauste al que se llevó la corriente. Pero después de la muerte, cuando no ha habido aún tiempo para el consuelo, queda la otra huella: carreteras por reconstruir, casas por rehabilitar, cultivos echados a perder... Tristeza en espera de que los aguas vuelvan a su cauce.

Sin tiempo para reponerse ni para recuperar lo que la tromba del año pasado destruyó, la cuenca del Ebro volvió a temblar. Hay que empezar de nuevo.