Este verano no será un verano cualquiera. Aunque la mayor parte de los aragoneses tienen ya la vista puesta en las playas de la Costa Dorada, en el Pirineo y en su pueblo de toda la vida, la política juega a contracorriente (otra vez) y la formación de Gobierno en la comunidad llegará en plena canícula.

El horizonte parece despejado para un Ejecutivo inédito en Aragón, en el que habrá un poco de todo. Lambán se ha propuesto cerrar la cuadratura del círculo en un auténtico ejercicio de funambulismo sin parangón en la política regional.

La aritmética electoral y la estrategia política han querido que Aragón se perfile como una comunidad paradigmática. Porque el 26 de mayo los ciudadanos reclamaron consenso y pactos para gobernar. Y porque el líder del PSOE en Aragón está convencido de que la transversalidad existe y que el centro no es una quimera. Pero tendrá que sudar tinta para lograrlo.

Primero cosechó el apoyo del PAR, su fiel escudero para cortar el paso a un posible pacto de derechas apoyado por Vox; y el pasado sábado, CHA ya le dijo que no pondrá muchos reparos a su investidura, aunque habrá que modificar algunos de los acuerdos alcanzados con el PAR. Además, el presidente en funciones parece contar con el favor de Podemos, aunque este tampoco le saldrá gratis.

Sea como fuere, el escenario no parece que ya no disgusta ni siquiera en círculos económicos. Al contrario. La clase empresarial aragonesa ve con buenos ojos el encaje del PAR de Arturo Aliaga en el nuevo Ejecutivo de Lambán. Aliaga fue consejero de Industria durante 13 años y es conocedor de la situación de las empresas y del sector energético, que se postula como uno de los puntales de la economía aragonesa en los próximos años. Eso, por no hablar del anunciado cierre de la térmica de Andorra en junio del 2020 y de la transición energética que debe afrontar la comunidad con paso firme. A cambio, los aragonesistas podrían ocupar cargos intermedios (algunas direcciones generales en determinadas carteras del próximo gobierno) y recuperar organismos como el Instituto Aragonés de Fomento (IAF). Quién sabe si algo más.

El PAR, por tanto, se ha erigido en un «ancla» para salvaguardar los intereses de las empresas, según reconocen algunos directivos en petit comité, si bien consideran que la gestión de Lambán en los últimos cuatro años ha sido aceptable. Solo tienen dos grandes reproches: unos primeros años condicionados en exceso por Podemos y una política fiscal perjudicial para hacer negocios en Aragón. La desigual carga impositiva respecto a otros territorios son el gran borrón de la clase empresarial al Gobierno saliente.

LA BATALLA FISCAL

Pero eso parece solventado, al menos sobre el papel. La hoja de ruta acordada por el PSOE y el PAR contempla una reducción de impuestos en Aragón hasta situarlos por debajo de la media nacional. Pero también la unión de estaciones en el Pirineo y una convivencia entre la escuela pública y la concertada. Tres aspectos que condicionarán una convivencia pacífica en los próximos cuatro años entre el PAR y las fuerzas de la izquierda. Por tanto, habrá que tener más cintura política y más altura de miras que nunca. Lambán lo sabe, y el resto también, pero habrá que ponerlo en práctica. Y eso ya es más complicado.

Desde una perspectiva meramente económica, el Banco de España ya alertó la semana pasada de que en el conjunto del país será necesario pactar para evitar la parálisis económica. «Es importante que se llegue a consensos que lleven hacia la estabilidad política», recalcó el gobernador del Banco de España. Y Lambán parece apostar por ello. Por convicción, quizá, pero seguro que por necesidad.

Porque la apuesta por un gobierno PSOE-Ciudadanos, que la esfera económica aragonesa bendecía como la mejor para la próxima legislatura, se ha desintegrado. Aunque algunos todavía insisten en esta fórmula, Madrid y Rivera se han convertido en escollos insalvables. La obstinación de Ciudadanos y el poco feeling demostrado entre Lambán y Daniel Pérez ha terminado de echar por tierra un posible entendimiento que hubiera colmado las expectativas de la clase empresarial aragonesa. Por eso, el poder económico de la comunidad considera que la entrada del PAR en el Gobierno puede ser el contrapunto a una izquierda que se encuentra en una situación de debilidad.

Aragón siempre se ha considerado una tierra de pactos. Habrá que ver si se cumple la máxima en esta legislatura. No será fácil, pero esta semana comenzarán a darse los primeros pasos.