Hace ya cerca de cinco años que Javier Lambán dejó de ser alcalde de Ejea de los Caballeros, y cuatro que se convirtió en presidente del Gobierno de Aragón, pero ayer volvió a exhibir su lado más municipalista para reivindicar un pacto de Estado y una reforma constitucional que dote a los ayuntamientos del poder y la independencia que deberían tener. Aun a costa de las propias comunidades autónomas, que a su juicio han visto a los consistorios como «competidores» más que como los aliados y el «tercer pilar del Estado» que son.

Lambán realizó esta encendida defensa de la autonomía local en la inauguración del VIII Congreso Internacional de la Asociación de Historiadores del Presente, que este año está dedicado a los 40 años de las autonomías y ayuntamientos democráticos y casi coincide con el cuadragésimo aniversario, el próximo 3 de abril, de las primeras elecciones municipales de este periodo. El presidente, también doctor en Historia contemporánea, inauguró el encuentro en el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza.

REFORMA

A juicio del presidente del Gobierno de Aragón, sería necesario un pacto, «cabal» y con mayoría suficiente, para reformar la Constitución y ahondar en figuras que ya recoge pero que no se han desarrollado suficientemente, como la autonomía y la suficiencia financiera. Con la democracia y el autonomismo, «que le ha sentado de maravilla a Aragón», llegó la «expansión» de este nuevo poder de las comunidades en detrimento de los municipios, «los grandes paganos» del desarrollo constitucional según el análisis de Lambán.

Una institución «absolutamente imprescindible» que requeriría, afirmó, de un pacto de Estado para volver a tratar «en pie de igualdad» con la comunidad autónoma y el Gobierno central.

Según el presidente del Gobierno de Aragón, los ayuntamientos han sido víctimas a lo largo de estos 40 años de democracia de «un desamparo injusto e imperdonable» por parte de las otras dos instituciones, con un último ejemplo en la reforma «del ministro (Cristóbal) Montoro», que obligándoles a cuadrar el déficit e impidiéndoles gastar acabo «ahogando» a los ayuntamientos. Sin embargo, destacó, son «los que más y mejor han trabajado y superado la crisis».

Pese a que cada partido del arco parlamentario actual, y más aún contando con las formaciones que probablemente tendrán representación en él la próxima legislatura, tiene su propia idea de la arquitectura institucional del Estado, Lambán consideró que es posible este gran pacto. Podría llevarse a cabo si las administraciones «dan un paso atrás» y dejan que los ayuntamientos «se pongan de acuerdo» en el diseño intermunicipal más adecuado (comarcas, diputaciones, etc.) y den «el trabajo hecho» a Madrid, que es quien en última instancia tiene que establecer la planta organizativa para todo el Estado.

El congreso que se celebra hasta hoy en el Paraninfo está coordinado por el profesor de la Universidad de Zaragoza Alberto Sabio, quien ayer repasó cómo en los comicios municipales de 1979 desembocó el movimiento vecinal que se había ido gestando en años anteriores, pero que se terminó diluyendo cuando los partidos, que se habían vuelto «acaparadores» tras años de ilegalización, coparon el protagonsismo.

En ese sentido confluencias ciudadanas como Zaragoza en Común, a la que Lambán no aludió mientras hablaba de las relaciones entre comunidad y ayuntamiento, podrían considerarse una resurrección. Pero el catedrático de Historia de la Universidad de Almería Rafael Quirosa, presidente de la Asociación de Historiadores del Presente, renegó de hacer este tipo de comparaciones de épocas -sobre todo con los años 30- y opinó que la reforma constitucional es factible y no hay que «sacralizarla».