Cuenta Sergio del Molino en su libro La España vacía que la provincia de Teruel apenas cuenta con nueve habitantes por kilómetro cuadrado. Nada sorprendente para quien habita en Aragón, acostumbrado a las noticias sobre la despoblación, pero quizás si llamativo e incluso surrealista para esa otra parte de España que vive ajena al mundo rural y solo camina en las grandes urbes. Mantener abierta la escuela se convierte, cada curso, en el leimotiv de muchos pueblos de la comunidad. Este año, la ratio mínima de tres alumnos establecida en casos excepcionales por el Departamento de Educación ha permitido la viabilidad escolar en cuatro municipios. Estas son sus historias.

CAMARENA DE LA SIERRA

«Con una misma familia hemos conseguido dos cosas: reabrir la panadería, que llevaba años cerrada, y mantener abierta la escuela después de que solo nos habíamos quedado con dos niñas». Así de contento se muestra Ramón Gimeno, alcalde de Camarena de la Sierra, una localidad de la comarca turolense de Gúdar-Javalambre.

El municipio era la primera vez que se enfrentaba a una situación escolar con «tantas dudas», ya que en los últimos llegaron a alcanzar hasta los nueve alumnos. «Hemos recuperado la panadería, que teníamos mucha ilusión en ese servicio, y creemos que la escuela seguirá el próximo curso porque tenemos críos de 2 años que tendrán que empezar la escuela», cuenta Gimeno. Unas 80 personas viven durante el año en Camarena, pese a que el censo municipal contabiliza unas 130. «Aquí tenemos proyectos. Estamos estudiando la viabilidad de una embotelladora que generaría trabajo, pero el proceso es lento y sin apoyos institucionales, todavía será mas».

El pueblo recibe mucho turismo de invierno, ya que se encuentra muy próximo a las estaciones de esquí de Valdelinares y Javalambre. «La gente joven es la que se tiene que hacer fuerte en los pueblos, son el futuro», dice Gimeno. El alcalde, que ahora tiene 74 años, recuerda que cuando él asistía al colegio había «más de 40 alumnos» por clase. «Por entonces, en el pueblo había 650 niños por lo menos. Llevo 18 años como alcalde y es una satisfacción mantener la escuela abierta. Ojalá sea por muchos años», cuenta Gimeno.

VILLANUEVA DE SIJENA

Los bienes del monasterio han hecho de Villanueva de Sijena, en Huesca, una localidad popular. Sin embargo, este curso solo tres alumnos asisten al colegio Miguel Servet. «La continuidad pasa por que la población se asiente en la zona. Si hay escuela, muchos se quedan», cuenta Alfonso Salillas, alcalde de la localidad. El ayuntamiento ha optado por subvencionar este año los libros de texto de los estudiantes.

«Es urgente que se tomen medidas contra la despoblación. No de carácter fiscal, sino dirigidas al empleo. El ejemplo de Navarra, por ejemplo, sería interesante de aplicar. Allí, cuando una empresa llegaba a Pamplona se le destinaba a algún pueblo de la comunidad, lo que generó asentamiento», explica Salidas. «Sin trabajo, no hay nada. Una vez que se cierra una escuela es muy difícil reabrirla», reitera.

El profesor este año en Villanueva de Sijena es Javier Beltrán. Se desplaza todos los días desde Huesca y afronta este «reto profesional» con «mucha ilusión», asegura. «Empecé a trabajar en el curso 2006-2007 y este es el destino más complejo con el que me encontrado. Es una situación triste el ver que poco a poco se van a apagando los pueblos», cuenta.

El docente, al mismo tiempo director, tutor y especialista en Educación Física (asignatura que imparte en la localidad de Sena), comenta que, a nivel educativo, la situación tiene pros y contras. «Hay una diferencia de edad extrema, porque dos alumnos son de 6º, por lo que terminarán este curso, y la otra es una niña de 3 años que acaba de empezar», explica. «Requieren de una necesidad social con estudiantes de su edad, por eso hacemos jornadas de convivencia con el centro de Sena», añade. «Sin embargo, se logra un trato muy cercano y una enseñanza individual que me permite solucionar dudas en el momento y comprobar las necesidades al instante», añadió.

BELLO

En Bello, en la comarca turolense del Jiloca, cercana a la laguna de Gallocanta, han conseguido revertir la situación con la que terminaron el curso pasado. A mitad del calendario escolar, el colegio tuvo que cerrar ante la marcha de una famila. El único niño que quedó fue trasladado al centro de Torralba de los Sisones. «Estamos contentos, pero este problema viene ya de hace muchos años. Vamos salvando la escuela de milagro», dice Jaime Barrado, alcalde de la localidad.

Una familia ha llegado a Bello para trabajar en el bar y con ellos han llevado a sus dos hijos, mientras que un vecino del pueblo ha atraído a un joven marroquí para emplearse en una explotación ganadera y, con él, ha llegado otro niño en edad escolar. «Siempre vivimos con la incertidumbre, porque la mayoría de las personas que vienen son inmingrantes con estancias temporales. No sienten arraigo como tal por el pueblo ni tienen relación familiar y sentimental. Hoy están aquí, pero mañana no se sabe», añade Barrado.

El empleo es fundamental para retener a los adultos y, por ende, a sus hijos en la escuela. «Cuando la gente joven se va a vivir fuera es muy difícil que regresen. Hace falta el apoyo de las instituciones porque si políticamente no se toman cartas en el asunto, este problema se hará crónico y llevará a la desaparición de muchos pueblos», reitera Barrado. «Los políticos se llenan la boca hablando del mundo rural, pero lo cierto es que estamos aislados. Aquí no hay votos y estamos en el abandono», añade.

ALBA DEL CAMPO

En Alba del Campo, también en Teruel, viven niños, pero su delicada situación con la escuela se genera porque varios padres deciden llevar a sus hijos al colegio de Santa Eulalia, a poco más de 5 kilómetros. «Allí encuentran a estudiantes de edades más parecidas y entiendo la postura lógica de las familias. En su decisión no podemos entrar», cuanta José Herrero, alcalde de esta localidad de la comarca Comunidad de Teruel.

Él fue a la escuela de Alba y siempre ha residido en el pueblo. «De mi quinta ha habido de todo. Gente que se ha ido, que se ha quedado y otros que, después de marcharse, han regresado», dice. La localidad crece, especialmente, en verano, pero también los fines de semana. «Me gusta que el colegio esté abierto. Y hemos intentado atraer a varias familias, pero siempre es gente de paso y eso no garantiza el futuro».