El 80% de las más de 1.000 mujeres asesinadas por violencia machista (desde que hay registros) no denunciaron previamente a los autores por malos tratos, según el Observatorio contra la Violencia de Género. Una realidad que refleja la importancia de actuar antes de que no haya ninguna solución y que ayer verbalizó María Ángeles, la madre de la víctima del crimen del mata león, ocurrido el 25 de junio del 2018. «Me decía que no me metiera, que lo arreglaría sola, yo la respeté, pero si hubiera denunciado estaría viva», aseguró ante el jurado popular constituido en la Audiencia Provincial de Zaragoza para resolver este asesinato cometido por David Pellicer Criado.

Con palabras entrecortadas fruto de la emoción por recordar todo lo sufrido, esta mujer no ha dudado en calificar de «infierno» la vida de Raquel, de 37 años, junto al encausado. Pero no solo ella lo veía así, sino también sus amigas y hasta el hombre con el que mantenía una relación sentimental. Todos, sin saberlo, definieron al enjuiciado como un maltratador de libro: controlador, celoso, sin autocontrol, dependiente emocional al carecer de amistades, encantador y criticón.

VIGILANCIAS

De todos esos aspectos el que más destacó María Ángeles era el control que ejercía sobre su hija. «La vigilaba hasta el punto de que le exigía que se hiciera un selfie (fotografía) para saber con quién estaba en cada momento cuando él no estaba presente», apostilló.

Explicó que en varias ocasiones su hija le dijo que iba a cortar la relación «pero que no lo hacía por la niña de ambos, de 10 años». «Él se ponía hecho un basilisco con cualquier cosa, yo le decía que por qué le aguantaba, pero ella me pedía que le respetara porque iba a ser peor», destacó, mientras destacaba que David Pellicer «le creó muchos complejos» a su hija. «Siempre decía que si estaba gorda (tenía una talla 34), que estaba vieja (tenía 37 años, que estaba pálida (porque le gustaban las mujeres bronceadas) o borracha (cuando tomaba alguna cerveza…».

Preguntada por las acusaciones sobre si Raquel había sido víctima no solo de malos tratos psíquicos, sino físicos, esta mujer resaltó los comportamientos violentos de Pellicer en el interior de la casa.

«Llegó a romper una baldosa de una pared», recordó María Ángeles, quien no pudo evitar romper a llorar cuando contó cómo se enteró de la noticia del fallecimiento de su madre. «Estaba con mi nieta, la tenía abrazada a mí y me caí. Me preguntó qué pasaba y no pude evitar decirle que mamá había muerto. Me preguntó cómo y le dije que había sido papá. No podía mentirle», contó.

HERMANOS

Los dos hermanos de la víctima hicieron el mismo análisis, añadiendo que David Pellicer «no ayudaba nada en casa, que no atendía como dice a la niña» y que se creía el dueño de la casa, a pesar de que él no era el que llevaba todo el dinero en casa. Le han definido como un «jeta», que trabajaba lo justo. Llegaron a admitir que el trato con su hermana se enfrió hasta el punto de no hablar porque él no la dejaba.

El jurado popular también pudo escuchar a las amigas de Raquel que, curiosamente casi todas ellas eran compañeras de la frutería en la que trabajaba. Una muestra más del control férreo que, según los testigos, el acusado ejercía sobre su mujer y madre de una niña de 10 años que en el momento del crimen estaba junto a su abuela en el pueblo.

«Mi amiga no quería ni mantener relaciones sexuales, pero él la obligaba y la insultaba diciéndole que no ejercía ni de mujer», afirmó una de ellas, quien añadió que en una ocasión Raquel le contó que trató de estrangularla una vez. «Me contó que la cogió del cuello y que luego él se echó a llorar, que le pidió perdón y que iba a cambiar», detalló.

Otra de sus compañeras de trabajo resaltó que Raquel tenía que pedir permiso para salir de casa y que en algunas ocasiones compraba marihuana al acusado para tuviera algo de manga ancha. «El día 21 (cuatro días antes del crimen) habíamos quedado para hacernos el mismo tatuaje las dos, pero recibí un mensaje que, de repente, no podía. Entendí que era por él», aseveró.

«Me decía que se sentía prisionera en su casa y que su vida era un martirio», manifestó otra de las confidentes de Raquel.

El hombre que había conocido y con el que mantenía relaciones sentimentales señaló, por su parte, que las citas eran esporádicas, debido a la situación «de vigilancia» en la que estaba sometida y que el plan de esta joven de 37 años era romper la relación con David Pellicer para iniciar ellos una de forma oficial.

Explicó que la víctima tenía fotografías con amigas que enviaba al encausado cuando quedaba con él y que si no lo hacía o no le contestaba al teléfono «le hacía cincuenta llamadas seguidas». También destacó que le observó moratones y que ella le decía que «era de mover cajas de fruta, pero no coincidía con las zonas en los que tenía los hematomas».

El juicio continuará hoy con los informes de los forenses del Instituto de Medicina Legal de Aragón (IMLA) que explicarán la técnica del mata león por la que murió asfixiada la víctima. David Pellicer Criado afronta 28 años de prisión por un delito de asesinato y otro de malos tratos continuados