Ahora que Alcalde y Atarés van dejando de pelearse por los restos del naufragio, podrían sacar billete a Madrid, enrolar a Lanzuela en la partida e irse a ver a Rajoy a contarle lo difícil que es enderezar los ciclos políticos cuando empiezan a torcerse. El PP aragonés sabe lo que es eso: perdió primero pie porque se había quedado sin alianzas posibles y sólo le valía ya ganar por mayoría absoluta o casi. Luego hubo que capear tres años de trasvase en sesión continua. Y ahora, cuando todo se le ha ido al traste (salvo Calatayud, el último bastión), viene la Expo: Belloch está que se sale, Marcelino aparece cada día más sabihondo en su absoluta prudencia y Zapatero nos manda los millones a tutiplén. Hasta la derecha social ha iniciado maniobras de acercamiento a los sociatas. Buesa, la gran promesa blanca de los conservadores, hace ya planes para el 2011.

Los actuales dirigentes del PP español han consolidado un firme reducto electoral, y sin duda han tenido éxito a la hora de llevarse al terreno de la extrema derecha cuatro o cinco millones de electores provenientes del centro. Pero aun así nunca van a sumar mucho más de nueve millones de voto, que son claramente insuficientes para tocar marro cuando además carecen de aliados. Puede que los killers del ultra-paleo-conservadurismo estén logrando con su oposición a cara de perro desgastar al Gobierno socialista, lo malo es que ellos se están desgastando más aún. La izquierda social permanece movilizada, Bush no manda al Séptimo de Caballería, los ministros de José Luis Rodríguez van perdiendo el pelo de la dehesa y cada vez entran menos al trapo... y a Zaplana le salen a relucir los verbos irregulares.

Por eso digo que los populares de aquí, curtidos ya en sufrir sin esperanza, deberían explicarle a don Mariano que sale a cuenta moderarse un poquito, ser leal oposición y dejar que la parte contraria se enrede en sus propias vueltas y revueltas. Que si no, machos, no tocáis pelo en la vida.