En una legislatura tan atípica como esta se puede dar un resultado tan desconcertante como el que se produjo el pasado jueves en las Cortes: la aprobación con solo 15 votos favorables (menos de una cuarta parte de la Cámara) de una proposición de ley en la que tres quintas partes de los diputados se abstuvo. Podemos e IU obtenían una aparente mayoría que les permitirá tramitar una ley para favorecer a los autónomos al tiempo que el Gobierno de Aragón presenta su propio proyecto. Sin duda, una situación tan anómala como interesante en el siempre particular hemiciclo aragonés.

No fue la única sorpresa de un Parlamento en el que el juego de mayorías y minorías es cada vez más imprevisible de pronosticar, lo que sigue aumentando el tópico de que las Cortes aragonesas son ejemplo de pluralidad y pacto. El pasado jueves se consiguió una respuesta unánime a una sentencia judicial, la tan controvertida contra los cinco jóvenes condenados por abusar de una chica en las fiestas de San Fermín, sin considerar que fue una violación. Otro fenómeno atípico, ponerse de acuerdo los siete grupos para rechazar una sentencia judicial en un país en el que cuestionar los fallos judiciales sigue siendo un asunto tabú. Esta es la peculiaridad de las Cortes aragonesas.

Ese mismo día salía adelante una propuesta que mandata al Gobierno de Aragón a hacer una propuesta para suprimir los aforamientos de diputados y miembros del Gobierno de Aragón. No era la primera vez que se presentaba una iniciativa así, pero sí la primera en la que salía adelante con todos los grupos a favor. Resulta curioso que un acontecimiento así, hace tan solo dos o tres años habría copado portadas informativas, cuando el día de autos apenas ocupó un breve. Han cambiado las preocupaciónes y esta legislatura tiene su propio leitmotiv argumental. Cada una tiene el suyo. Si la anterior el debate se centraba en recortes e inacción, en la pretérita el leitmotiv era la cacareada estabilidad política y los grandes fastos o la ulterior era la de reforzar el autogobierno, en esta los hilos argumentales parecen más inestables y de corto recorrido. Pasaron dos años en afinar su relación el PSOE y Podemos y en cuanto la oposición conservadora descubrió un filón en su estrategia contra la política fiscal y, concretamente, el impuesto de Sucesiones, este ha sido el debate que un día sí y otro también ha protagonizado gran parte de la actividad parlamentaria desde hace casi un año.

A pesar del hilo inconsistente de este argumento --zanjado tras un acuerdo exprés entre PSOE y Ciudadanos con CHA mirando de refilón y comenzando a ver que tiene que marcar distancia con su socio dentro de la lealtad mantenida hasta ahora por los nacionalistas-- el debate sobre la política fiscal ha evidenciado que se abre un nuevo horizonte de pactos.

El posibilismo de Ciudadanos, el único partido que sin hacer prácticamente nada --salvo no equivocarse ante una opinión pública y publicada entregada, lo que en política ya es mucho-- sube como la espuma, ya ha evidenciado que puede pactar a diestra y siniestra. Si hace tres meses parecían los mejores aliados del PP de Luis María Beamonte, hoy casi nadie cuestiona que si dentro de un año hay que cerrar un acuerdo, el naranja se fusionaria con los tonos rojizos --decir rojo tal vez sea demasiado-- de la dirección del PSOE aragonés. Porque esa es la habilidad del partido de Albert Rivera: indultar dos gobiernos del PP a pesar de la corrupción (Murcia y Madrid) al tiempo que apoya a Susana Díaz en Andalucía y se erige en los regeneracionistas que van a salvar España.

Eso abre un interesante panorama en lo que queda de una legislatura donde la acción política ya es lo de menos --a pesar del ambicioso número de leyes que todavía pretende aprobar el Gobierno-- . Tras el verano, el refuerzo de las alianzas, por insólitas que parezcan, será el único asunto a debate.