El hartazgo que acumulan algunos de los centros educativos afectados por el recorte en los proyectos de los presupuestos participativos es más que comprensible si se tiene en cuenta algunos de los casos que les ha tocado vivir. Marta Moreno, representante de la asociación de madres y padres de alumnos (AMPA) del colegio María Moliner, que ayer hacía de portavoz de los 16 colegios damnificados, explicaba cómo a veces las bofetadas del consistorio van más allá de las promesas incumplidas. Sus hijos hoy pueden disfrutar de ventiladores en las aulas, por ejemplo, porque Leroy Merlín accedió a hacerles una obra inasumible para ellos. Un caso en el que ni siquiera el azar pudo con el ayuntamiento.

Marta explicaba cómo llevan años quejándose por las altas temperaturas que se alcanzan en las aulas, de la necesidad de una climatización que a veces influye en la calidad educativa de los centros. Pero tras años de sufrir el caso omiso del consistorio, que es el responsable del mantenimiento y las obras en estos edificios, la buena suerte les sonrió y «en un sorteo de Puerto Venecia nos tocaron 2.000 euros», que ellos utilizaron, precisamente, «para comprar ventiladores».

La sorpresa llegó cuando el consistorio les advirtió de que esos ventiladores, anclados al techo, no se podían colocar de cualquier manera, requerían de una instalación que «incluía hasta dotarlos de mandos a distancia». «Cuando ellos no habían gastado ni un euro en mejorar esas aulas, a nosotros nos pedían unas obras que costaban unos 7.000 euros o no nos dejarían ponerlos», relataba Marta Moreno ayer. Así que tuvo que ser Leroy Merlín, empresa donde habían comprado esos ventiladores, la que asumió esos trabajos «para que no acabaran guardados en un cuarto y sin poder utilizarlos». No fue gratis, al AMPA le salió por 1.700 euros, pero es un gesto que no olvidarán.

«BROCHA EN MANO»

Pero este es solo un ejemplo de lo que llevan peleado en todo este tiempo. Incluso mejoras que no figuraban en los presupuestos participativos, las han ido haciendo como podían con los escasos fondos del Ampa. Como por ejemplo el pintado de las aulas. «Con 1.500 euros que teníamos contratamos a un pintor profesional para que adecentara las de Primaria, mientras otros 800 los dedicamos a comprar pintura para pintar las de Infantil nosotros, «brocha en mano y en nuestro tiempo libre».

El CEIP María Moliner se ha quedado ahora, con los recortes aplicados por el Gobierno PP-Cs a los presupuestos participativos, sin 193.000 euros de inversión de un plumazo. El esfuerzo de los padres de los alumnos para ganar votos y lograrlo tirado por un retrete del centro educativo, de esos que el ayuntamiento ha decidido no arreglar y a los que iba a destinar 108.000 euros. Sus esperanzas, arrojadas por el suelo de ese patio de recreo al que iban a cambiarle el pavimento por 85.000 euros. Su confianza en el ayuntamiento, bajo mínimos, siendo uno de los colegios más perjudicados en cuantía, junto al Hilarión Gimeno, Jerónimo Blancas y Guillermo Fatás.