Mujeres y niños, primero . Si en la biblioteca de Maella se produjera un incendio --Dios no lo quiera-- no haría falta dar este grito de alarma, más que nada porque a parte de ellos no acuden muchas otras personas. Y es que, sólo 4 de los 431 socios son hombres, el resto --427-- son mujeres y niños.

Exceptuando a los usuarios infantiles, el dato revela una presencia casi absoluta de lectoras. Algunas dicen, no sin razón, que la lectura en Maella, al menos en la biblioteca, es patrimonio femenino.

Según explica la bibliotecaria Teresa López, aún con todo, los mayores usuarios son "los alumnos de infantil y primaria, junto con las madres que vienen a acompañarlos". Por lo visto, ni los padres ni el resto de hombres aparecen poco, y cuando lo hacen, resisten con facilidad la tentación de llevarse algún libro, ya que no es necesario estar inscrito para consultarlos en sala.

Aunque existen 7.000 ejemplares, ninguno despierta la curiosidad masculina. Y no es porque no haya hombres, las lugareñas aseguran que a diferencia de la biblioteca la mayoría de ellos se dejan ver con asiduidad por el campo de fútbol, los cotos de caza o lo bares para echar la partida.

Charlas femeninas

Algo similar ocurre con la afición a las charlas sobre temas educativos y culturales, pero, sobre todo, en las tertulias literarias y las actividades de animación a la lectura, como la protagonizada hace unos meses por el escritor aragonés Juan Bolea cuando estuvo en Maella.

A nadie le pasó inadvertida la presencia absoluta de lectoras en la sala. Tampoco es un hecho aislado, la mayoría de los autores que participan en el programa de encuentros literarios impulsado por la DPZ, que está orientado a los lectores del medio rural, han vivido una experiencia similar.

Aunque sin duda en pocos sitios la proporción es tan radical cómo en Maella y en algunos casos incluso se da el caso contrario. En la biblioteca de Caspe, según explica el bibliotecario Manuel Garcés, la proporción de lectores adultos es mayor que la de mujeres mientras que bibliotecas como la de Chiprana y la de Fabara ofrecen un equilibrio casi perfecto a este respecto.

Con estos datos, sorprende que en tan pocos kilómetros puedan darse situaciones tan dispares como en la comarca del Bajo Aragón-Caspe, pero sobre todo, lo que choca es el singular caso de Maella.

No es casualidad, con estas cifras, que existan relaciones tan cordiales entre la biblioteca y la asociación de mujeres Mano de ella, a la hora de organizar actividades y tertulias literarias. Con tan poca afición masculina, la solidaridad se hace necesaria entre las mujeres. A ellas les une la afición común por la lectura, la inquietud por conocer a sus autores favoritos y la esperanza de que al menos los niños que están inscritos ahora, sigan registrados como usuarios el día de mañana.